Opinión

Hechos que deberían dolernos

CUARENTA Y NUEVE migrantes subsaharianos han desaparecido en las aguas de Alborán hace apenas unos días. Solo tres pudieron ser rescatados, uno de ellos de 17 años. Estaban en una lancha desinflada y doblada, extenuados, desorientados y en estado de shock. Ya van este año más de 60 muertos o desaparecidos en nuestras costas, pero que son casi nada en comparación con el total.

Los muertos en las aguas del Estrecho, en el Mediterráneo, mar de cadáveres, son ya más de 6.000. Sólo desde comienzos de este año, 2.247 personas —hasta ayer, hoy ya serán más— fueron rescatadas muertas o desaparecieron.

En Italia, que ya no puede acoger a más inmigrantes, cada día desaparecen 28 niños migrantes, según denuncia Oxfam. Más de un tercio de los 100.000 niños que llegaron a Grecia, Italia, Bulgaria y España en 2016 viajaban solos. Son esos que conocemos como MENAS, menores no acompañados. La mayor parte tienen entre 15 y 17 años, aunque los hay mucho más pequeños.

En enero, Interpol denunció que 10.000 menores no acompañados habían desaparecido a las pocas horas de llegar a Europa. En Calais se calculaba que había 4.000, que malvivían sin control alguno en un gigantesco campo de refugiados. El Gobierno francés los desalojó hace meses y nadie sabe lo que ha sido de ellos. Tampoco importa.

Muchos no reciben la información adecuada y rechazan ir a centros de acogida, agotados por la burocracia interminable, por la violencia o maltrato en algunos casos, por la dificultad de que les entiendan en su idioma o por las llamadas de las mismas mafias que les han traído hasta aquí y que quieren seguir explotándoles y a veces, incluso, llevarles a la prostitución. Son carne de cañón para las mafias y gente incómoda (iba a decir personas) para los Estados, más aún porque los sistemas de acogida no funcionan.

En España, la llegada de menores no acompañados sufre un repunte desde 2016 y la falta de control sobre su presencia es alta. Se trasladan de una comunidad autónoma a otra, desaparecen y, al final, las Administraciones no saben dónde están, aunque estén obligados a tutelarlos. Y miran para otro lado.

Hace unos días, distintas organizaciones españolas de derechos humanos y de infancia denunciaron el incumplimiento por España de las medidas solicitadas por el Comité de los Derechos del Niños de Naciones Unidas sobre siete menores extranjeros no acompañados, a los que las autoridades españolas tratan como si fueran mayores de edad y por tanto les niegan la tutela y les impiden entrar en el sistema de protección de menores. Alguno está enfermo y a otro le niegan acceder al procedimiento de asilo.

Cada día, en esta Europa de los derechos humanos, se vulneran derechos de los más vulnerables, los niños, las mujeres, los sin techo, los migrantes, los apátridas, los que huyen de la guerra... Y no nos duela nada. También los ciudadanos, todos, miramos para otro lado.

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