Opinión

Usura con la leche

LA USURA es cosustancial al sistema capitalista, por mucho que los defensores a ultranza del libre comercio defiendan las leyes del mercado como mejor sistema de regulación económica e incluso social, pero hay situaciones en las que esa ganancia excesiva de unos pocos en perjuicio de muchos clama al cielo y, aunque pueda ser hasta ilegal, parece que no le importa a nadie. Me refiero al patente caso de usura de algunas industrias lácteas que obligan a los ganaderos a firmar contratos con precios paupérrimos por la leche y que distan mucho de alcanzar el coste de producción. En Galicia, han denunciado esta situación ante el Ministerio de Agricultura 1.200 ganaderos, de los que unos 400 son lucenses, pero los abusos los sufren muchos más (solo en la provincia hay unas 5.000 granjas) y lo triste es que no lo hacen público, porque hay miedo a perder al comprador y quedarse con el producto pudriéndose en las cisternas.

En el caso de Lugo, son cuatro las empresas lácteas de A Chaira, Ribeira Sacra y la comarca de la capital, las que están pagando entre 18 y 22 céntimos por litro, cuando cada ganadero se gasta para obtener el producto una media que, dependiendo de las explotaciones, oscila en torno a los 33 céntimos. Los contratos son totalmente leoninos y, al margen de los precios, llegan a establecer condiciones abusivas en otros aspectos, como retenerles cantidades de dinero por si son multados por exceso de producción sobre las cuotas asignadas en la campaña 2014-2015. Vamos, una tomadura de pelo para los ganaderos que, sin embargo, soportan estoicamente porque tienen miedo. Sí, señores, miedo, en pleno siglo XXI y en un estado de derecho, al poder caciquil que ejercen las empresas transformadoras del sector lácteo sobre los trabajadores del campo, al más puro estilo decimonónico. El sistema es: o me lo vendes al precio que yo te digo o no se lo vendes a nadie y, ante cualquier díscolo que se queje demasiado, las industrias tienen la sartén por el mango. Sin justificar nada, los eliminan directamente de su lista de suministradores y, como las transformadoras tienen repartida la provincia por territorios de influencia, el ganadero se queda sin comprador.

Solo 400 ganaderos lucenses denuncian abusos de industrias, pero miles callan por miedo

Por eso, son pocos los que se atreven a denunciar, porque temen represalias, y los que lo han hecho, a través de algunas centrales sindicales, han eliminado sus nombres y cualquier otro dato que pudiese revelar su identidad en las copias de los contratos abusivos que se han presentado ante el Ministerio de Agricultura.


Por el momento, se investiga a ocho empresas, de las que cuatro son de Lugo, pero está produciendo un efecto bajada en el resto de las compañías envasadoras, que, sin llegar a tales extremos, están pagando menos que el pasado año y la bajada parece que continuará en caída libre si nadie le pone remedio.

¿Cómo pueden subsistir en estas condiciones las explotaciones? Por una parte, porque los ganaderos representan esa cualidad -tan admirable como irritante- de la resignación ante las adversidades, aunque sean injustas, tan propia de la idiosincrasia gallega. Por otra, las granjas aguantan tirando de los ahorros de la época de las vacas gordas, que no lo eran tanto, de los años 2013 y 2014. En un momento, parecido al actual, cuando ya no podían más y se iban a la ruina, los ganaderos protagonizaron en 2012 una huelga de producción, que a punto estuvo de desabastecer el mercado. Tras el paro, que se resolvió con promesas hilvanadas, la situación comenzó a mejorar con la llegada del 2013, aunque poco a poco. En el primer trimestre del año, el precio de la leche alcanzó casi los 33 céntimos, cubriendo por lo menos los costes de producción, y mes tras mes fue aumentando, hasta rondar los 39, con una media, a final de ejercicio, de unos 35 céntimos.

La situación se mantuvo hasta mediados del 2014, pero a partir de ahí comenzó a empeorar y ahora estamos como hace tres años.

El Ministerio de Agricultura ya ha anunciado que investigará las irregularidades en los contratos de suministro lácteo de ocho empresas, pero todo parece indicar que, como mucho, la cosa quedará en una multa y la situación del sector igual que ahora, sin unos contratos dignos que aseguren a los productores la venta de la leche. Los ganaderos no lo tienen fácil, pero lo que es impepinable es que sin una unión sólida no van a conseguir nada, porque resulta inexplicable que un colectivo de 5.100 explotaciones en la provincia y que genera una cuarta parte de la leche que se consume en España no tenga fuerza para que se atiendan sus justas demandas.

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