Opinión

Un bloqueo que puede durar

Sin diálogo entre bipartito y oposición, la Diputación estará paralizada otros tres años más 

L A POLÍTICA EN LA DIPUTACIÓN se está convirtiendo en un lío tremendo en el que no se juega con argumentos o ideas políticas, sino con estrategias legales que, tanto por culpa de la oposición como del propio gobierno, están provocando que la entidad esté prácticamente inactiva, con todas las consecuencias negativas que esta situación tiene para los ayuntamientos, el tejido asociativo y también para el sector empresarial y el empleo en la provincia. Para muestra, lo que ocurrió el pasado jueves en el pleno, cuando un matiz en la redacción de una reclamación del diputado no adscrito, Manuel Martínez, permitió al bipartito que preside Darío Campos retirar el proyecto presupuestario que había sido aprobado inicialmente y evitar así el visto bueno definitivo, pero con las alegaciones de la oposición incluidas. 

El equipo de Campos optó por esta estrategia porque no está dispuesto a que se aprueben unas bases de ejecución, defendidas por el PP y Martínez, que de hecho supondrían someter a la decisión del pleno, en el que el gobierno está en minoría, cualquier subvención o cambio de fines de los fondos presupuestados. Ante esta posibilidad, la de convertirse en títeres de la oposición, el bipartito prefiere continuar maniatado el resto del año con el presupuesto prorrogado del 2015, pero lo más preocupante es que, o cambia mucho la situación, o este bloqueo podría prolongarse durante los tres años que quedan de mandato y el gobierno parece que no tiene los planes muy claros para ponerle fin a una situación que es insostenible para la provincia y que perjudica a los ciudadanos. Campos es consciente de que lo que ha ocurrido este año no puede repetirse, pero otra cosa es que tenga claro cómo solucionar el problema. Por el momento, lo único que se le ha ocurrido, o por lo menos lo único que ha dicho en público, es que aspira a que el próximo año el proyecto presupuestario sea tan equitativo "que ningún partido poida poñerlle obxeccións". Loable aspiración propia de la bonhomia de Campos, pero un ‘pelín’ ingenua para el mundo de la política, donde la oposición, si no hay razones para rechazar los planes del gobierno, las busca. 

Hay una fórmula, trabajosa pero viable, para conseguir ese presupuesto utópico que contase con el respaldo unánime de la corporación y no es otra que el diálogo. Cuando un gobierno está en minoría al frente de una institución no le queda más remedio que llegar al consenso para sacar adelante los proyectos. Las argucias legales, por lo menos hasta el momento, lo único que han servido es para montar un barullo burocrático que, con muchas dificultades, está logrando que la oposición no haga lo que quiere, pero que a la hora de la verdad no impide que la institución funcione a medio gas, como demuestran unas juntas de gobierno carentes de contenido. 

El diálogo es la clave, pero está resultando imposible. Por una parte, que Campos es un hombre de consenso no lo discute nadie y, de hecho, se entendió muy bien con la portavoz popular, Elena Candia, cuando estuvieron negociando durante meses el presupuesto sin intermediarios, pero las decisiones en el gobierno de la Diputación parece que se adoptan de forma colegiada y hay un sector del equipo poco proclive a hacer concesiones porque todavía no ha asimilado que está en minoría. Por su parte, Candia también quiere llegar al consenso y desbloquear la Diputación, pero sus condiciones son de tal calado que en la práctica supondrían un control tan férreo del ejecutivo que Campos, por dignidad de presidente, no está dispuesto a admitir. 

Lo que está ocurriendo en el palacio de San Marcos parece una maqueta a pequeña escala de lo que está pasando con la política nacional. En la provincia de Lugo, hay gobierno pero no puede gobernar porque no es capaz de alcanzar el consenso que necesita con la oposición y en España hay que volver a las urnas porque los políticos tampoco han sido capaces de llegar a un acuerdo para configurar un Ejecutivo. En ambos casos ocurre lo mismo: falta de diálogo, incapacidad para ceder, exceso de partidismos y personalismos y ansias de mandar. Una situación con muchos elementos en común, precisamente esos aspectos oscuros y negativos de la política que el ciudadano de a pie cada vez entiende menos y detesta más. Sólo el diálogo, con unos interlocutores realmente dispuestos a llegar a acuerdos y capaces de ceder para ello, dejando a un lado los intereses particulares frente a los generales, puede solucionar la situación que vive la Diputación, evitando que este bloqueo dure los tres años que quedan de mandato. 

*Artículo publicado en la edición impresa de El Progreso el 22/05/2016

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