Opinión

San Marcos cambia de 'look'

La Diputación pasa del márketing político de Gómez Besteiro al perfil bajo de Darío Campos


LA IMAGEN PÚBLICA de la Diputación de Lugo varía cada vez que el despacho principal del palacio de San Marcos cambia de inquilino. Cada presidente imprime su propia personalidad en la institución y, ahora, del protagonismo diario de José Ramón Gómez Besteiro, que parecía omnipresente en los medios de comunicación, se ha pasado a la discreción de Darío Campos, un hombre tranquilo, poco habituado a llamar la atención, que parece que quiere pasar desapercibido aunque no pueda evitar que se hable de él.

Durante la friolera de casi un cuarto de siglo, el popular Francisco Cacharro Pardo dirigió la institución como su cortijo particular. San Marcos era la torre del homenaje de un feudo que abarcaba desde la Ribeira Sacra a A Mariña y en el que "O Mariscal", como le llamaba Beiras, gobernaba según su criterio personal y sin darle publicidad a lo que hacía. Los periodistas no estaban bien vistos y solo eran convocados a los plenos o si don Francisco presentaba alguno de sus programas estrella, como cuando se fue de visita a la Expo de Sevilla, en 1992, y decidió comprar los catamaranes que surcaban el Guadalquivir para realizar cruceros por el Miño y el Sil. Otra excepción era todo lo relacionado con el campus universitario, un proyecto en el que hay que reconocer que se volcó y que ya ha pasado a la posteridad como el logro más importante de su larga trayectoria. Salvando estas y otras cuestiones puntuales, el resto se gestionó durante 24 años sin luz ni taquígrafos.

Pero, el silencio en el que vivía la Diputación se convirtió en algarabía cuando Cacharro fue defenestrado por su propio partido. Durante meses, desde que supo que ya no contaban con él para seguir presidiendo la entidad, había una rueda de prensa multitudinaria todos los viernes, en la que hablaba de lo humano y lo divino, soltando por su boca titulares que generaban polémica para toda la semana, con ataques a diestro y siniestro, que eran una auténtica delicia para los periodistas.

Después, llegó Besteiro y con él se introdujo en la provincia el márketing político. El socialista y sus asesores transformaron en pocos meses la oscura imagen de la institución en otra totalmente distinta, en una especie de Camelot, con JFK incluido, que franqueaba sus jardines a la ciudadanía y resplandecía como si hubiese salido el sol tras las tinieblas. En pocos meses, el equipo socialista engranó una potente maquinaria de promoción pública de su presidente en la que no se escapaba nada al control de los asesores, ofreciendo una imagen ideal de Besteiro que, por otra parte, también reunía los requisitos necesarios, con su buena planta, su simpatía natural y algunos retoques, como las clases de dicción a las que asistió para hablar en público. Estaba en todos los sitios y a todas las horas, del norte al sur de la provincia, con ganaderos, empresarios, estudiantes, mujeres rurales .... Era un sin parar de fotografías de una imagen pública que sus opositores criticaban por exceso de personalismo y que algunos consideraban un ‘bluff’, pero que funcionó, permitiendo la reelección del socialista en 2011 como presidente de la Diputación y elevando políticamente su figura con el triunfo que logró en las primarias para secretario general del PSdeG. Después, todo acabó como el rosario de la Aurora, pero esa es otra historia.

A Besteiro le sucedió en el poder por sorpresa la popular Elena Candia. Fueron solo tres meses en los que la mindoniense, consciente de su interinidad, no tuvo tiempo para dejar su impronta, pero su paso por el despacho principal de San Marcos pasará a la historia porque fue la primera mujer que lo ocupó y su retrato estará colgado algún día, junto al de sus antecesores, en la galería de San Marcos.

Ahora, Darío Campos está al frente de la institución y de la maquinaria de Besteiro no queda más que la carcasa. Al también alcalde de A Pontenova le cuesta mucho hablar en público, él mismo lo reconoce, y no tiene madera de estrella mediática, entre otras cosas, porque su carrera política está basada en el contacto directo con los vecinos de A Pontenova, que son los que le votan para alcalde. Pero, ahora, como presidente de la Diputación no le queda más remedio que exponerse a la opinión pública, porque no todos los lucenses le conocen personalmente como los pontenoveses y porque el nuevo cargo exige intervenir en muchos actos. Quedan cuatro años por delante para hablar del nuevo ‘look’ de San Marcos y Campos, que es una persona tranquila, está empezando a asumir su posición, aunque, o mucho cambian las cosas, o la nueva imagen de la Diputación va a ser más en tonos grises que dorados.

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