Opinión

Naturaleza sí, pero habitable

L A RESERVA DE LA BIOSFERA de Os Ancares cumple diez años, una década desde que la Unesco decidió otorgar el reconocimiento internacional a esta zona de la montaña lucense, que implica una especial protección del medio ambiente y, por consiguiente, una serie de restricciones para evitar que el ser humano destroce, todavía más, el entorno. Se trata de un reconocimiento que debería ser un orgullo, pero para muchos de los habitantes de esta comarca no es más que otro problema añadido a la ya de por sí difícil vida en la zona.

La declaración del organismo dependiente de las Naciones Unidas no vino, por lo menos en el caso de Os Ancares, acompañado de beneficios que sí lograron otras zonas protegidas como el parque natural de Os Picos de Europa. En Lugo es habitual oír que de la montaña lucense se podría obtener un beneficio semejante al que sacan los asturianos de su sierra más conocida, pero lo cierto es que ni las instituciones ni los vecinos se han planteado nunca en serio convertir Os Ancares no solo en una riqueza medioambiental, sino también en una fuente de ingresos para los habitantes de la zona a través de la denominada economía sostenible.

Las instituciones han hecho muy poco por promocionar la montaña lucense en el exterior para atraer turistas y tampoco han trabajado lo suficiente para crear en el entorno una red de servicios que puedan atender a esos viajeros, que son una riqueza sin aprovechar. El turismo de naturaleza es el futuro de Os Ancares, pero lo cierto es que, salvo destacables excepciones, la infraestructura hotelera o de casas rurales en la comarca no es precisamente muy amplia y, lo que es peor, apenas hay servicios complementarios que permitan conjugar la estancia en alguno de los establecimientos con el desarrollo de otras actividades, como puede ser el senderismo o los deportes de aventura. Hay algunos, pero son pocos en comparación a la oferta que puede encontrarse en otras zonas de montaña con menos posibilidades.


Os Ancares necesita un plan integral para la promoción de la sierra y para conseguirlo hace falta la implicación de todas las instituciones


La Diputación lleva años con tímidos intentos de promocionar en la comarca un sistema económico complementario, o incluso alternativo, a las tradicionales agricultura y ganadería, dos sectores que tienen que seguir siendo apoyados, pero que atraviesan una crisis que ofrece un horizonte muy poco halagüeño y anima a muy pocos jóvenes a permanecer en sus lugares de origen para continuar con la misma labor de sus padres.

Os Ancares necesita un plan integral para la promoción de la sierra y para conseguirlo hace falta la implicación de todas las instituciones, desde el Ministerio de Medio Ambiente hasta los ayuntamientos, pasando por la Xunta y la Diputación de Lugo, sin excluir las asociaciones vecinales y de promoción del medio ambiente. Sin embargo, este es un objetivo muy ambicioso, porque hay demasiados intereses implicados, que dificultarían cualquier intento, pero, además, entre las instituciones, que tendrían que ser las promotoras de cualquier proyecto en este sentido, no hay sintonía alguna. Para ejemplo, un botón: el de las pallozas de Piornedo. Su techumbre estuvo a punto de venirse abajo, porque Xunta y Diputación no se ponían de acuerdo y tuvieron que correr ríos de tinta alertando del peligro de derrumbe del poblado prerrománico para que los políticos dejasen a un lado los protagonismos y entrasen en razón.

Por otra parte, los vecinos también tienen que jugar su papel para sacar un rendimiento económico sostenible al incomparable entorno en el que residen. Es imprescindible la iniciativa privada, pero el problema es que en la montaña lucense cada vez quedan menos jóvenes porque huyen en busca de un futuro mejor o porque no encuentran en sus propias familias apoyo para poner en marcha proyectos innovadores que vayan más allá de los agroganaderos.

Lo que ocurre con Os Ancares podría ser aplicable a la reserva de Terras de Miño, mientras que la otra que afecta a Lugo, la de Eo-Oscos-Terras de Burón debería ser un ejemplo a seguir. En la asturiana comarca de Oscos, que este año ganó el premio al Pueblo Ejemplar, los habitantes se concienciaron mucho antes de la riqueza que supone el medio ambiente y la etnografía. En Lugo sería necesario hacer lo mismo, que los habitantes de Os Ancares se sientan orgullosos de la naturaleza que los rodea y de la cultura propia que se ha generado en estas montañas. Entonces, con ayuda real de las instituciones, se podría lograr que esta riqueza natural sea también un medio habitable en el que se pueda vivir con un trabajo rentable y unos servicios decentes.

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