Opinión

Comienza la era Campos

LA APROBACIÓN de los presupuestos de la Diputación para este año marca una nueva etapa en la política provincial, un nuevo escenario en el que el presidente de la entidad y alcalde de A Pontenova, el socialista Darío Campos, va a tener por fin el protagonismo que le corresponde. Llegó al sillón del despacho principal de San Marcos por accidente y él mismo reconocía que "non sei que fago aquí", pero desde el mes de octubre del año pasado, cuando desplazó a la popular Elena Candia de la presidencia de la Diputación, hasta el pleno del pasado martes ha ido trabajando a la chita callando hasta conseguir que el PP facilitase la aprobación del presupuesto de este año, un auténtico escollo que lo tenía maniatado.

Una vez superado este problema, el socialista podrá dirigir la entidad con un nuevo estilo, el propio de Campos, un hombre poco dado a exponerse a los medios de comunicación -como si de la antítesis de su antecesor, José Ramón Gómez Besteiro, se tratase- y al que le gusta "facer as cousas con tranquilidade para que saian regular". Una innovadora forma de hacer política totalmente personal y casi experimental, pero que está dando buenos frutos.

Darío Campos gana mucho en el trato personal. Tras tres meses de negociación del presupuesto con los populares, asesorado por su equipo, no consiguió llegar al más mínimo acuerdo e, incluso, Candia hizo un amago de cortar las negociaciones, de tal forma que llegó un momento en el que se paralizaron, coincidiendo con los preámbulos del congreso provincial del PP. A la portavoz popular, enfrentada a su compañera Raquel Arias, delegada territorial de la Xunta, por la presidencia del partido, no le interesaba crearse enemigos dentro de su formación por culpa del presupuesto de la Diputación y dilató las negociaciones. Pero, después de que Candia fuese elevada a la presidencia del PP provincial, Campos tomó de una vez el timón de las negociaciones y decidió hacerlo en solitario, sin intermediarios que interpretasen sus palabras y sus opiniones. En dos semanas, las negociaciones habían avanzado tanto que la aproximación de posturas desembocó en el teatralizado abandono del pleno por parte de los diputados del PP, que permitió aprobar las cuentas de una vez.

Pero, al margen de lo que Campos pueda ganar en el diálogo directo, el presidente de la Diputación también puso en marcha una estrategia política meditada, realizada sin prisas pero sin pausa y que finalizó con éxito. Al mismo tiempo que negociaba con el grupo provincial popular, recibía en su despacho de San Marcos a numerosos alcaldes del PP, a los que no les prometió el oro y el moro, pero sí alguna que otra obra importante, advirtiéndoles de que no podrían ejecutarse si su partido no respaldaba los presupuestos. Estos regidores constituyeron un auténtico ‘lobby’ sobre Candia, que, al fin y al cabo, no estaba muy afectada por las presiones, que las hubo, porque también conseguía para sus concellos unas obras que, en principio, no esperaba.

Sin embargo, en la aprobación de los presupuestos no solo influyó la actuación de Darío Campos, sino que Elena Candia también supo jugar sus cartas y sacar el mayor provecho posible. Para empezar, aseguró casi el cien por cien de la financiación necesaria este año para las obras de los 17 convenios con ayuntamientos del PP que firmó al final de su mandato como presidenta por sorpresa de la Diputación. Además, entre otras cosas como aumentar los fondos para el Plan de Obras y Servicios o ayuda a domicilio, consiguió que 1,2 millones del remanente de tesorería del año pasado se destinen a obras en municipios de los suyos. Pero, por si fuera poco, su actuación deja la sensación de que le ha perdonado la vida al bipartito, dejando aprobar los presupuestos por responsabilidad institucional y política, ya que su ausencia perjudicaba a toda la provincia.

Poco a poco, Campos comienza una nueva etapa en la presidencia de la Diputación. Atrás queda el márketing que caracterizó el periodo de Besteiro, porque, en unas condiciones totalmente distintas, con minoría en la corporación, el de A Pontenova está introduciendo una nueva forma de hacer política, más cercana y de andar por casa, actuando como lo que es, como un alcalde que, en principio, no aspira a más en política. Por eso, gestiona la Casa Grande como si de un concello con un elevado presupuesto se tratase y, además, con el punto a su favor de que en las distancias cortas gana mucho y se entiende con facilidad con sus colegas de cargo, sean de uno u otro partido. La era Campos en la Diputación ha comenzado.

Comentarios