Opinión

Blasfemias en San Marcos

TRILERO  SERÁS TI,  ME  CAGO en Dios, que vas de listo pola vida». Tan poco edificante frase la pronunció el diputado provincial socialista Lino Rodríguez en el pleno que la Diputación celebró el martes. El también alcalde de Pol respondía así a su excompañero del PSOE y actual diputado no adscrito, Manuel Martínez, que previamente había acusado a los integrantes del gobierno bipartito de «trileros» y es la muestra más evidente de que en el auditorio del palacio de San Marcos se ha pasado de los debates políticos a auténticas  riñas, en las que se grita, se insulta, se habla de  «prostitución» (menos mal que política) y se blasfema, como ya no se hace ni en las tabernas más casposas.

El tono que han alcanzado los debates es lamentable y, por lo visto el martes,  va  a  resultar muy difícil corregirlo a lo largo del mandato. El presidente de  la  Diputación, Darío Campos, que está  demostrando desde  hace  meses que es una persona tranquila y que no se altera fácilmente, pone toda su buena intención a la hora de moderar las discusiones e intenta calmar al auditorio con frases como: «Iso aquí non, esos insultos na discoteca», pero la tensión es tan elevada que no le hacen caso ni los integrantes de su propio grupo.

Las subidas de tono de algunos diputados en los plenos provinciales no son una novedad de este mandato tan convulso, pero lo que sí sorprende es el grado de vulgaridad al que se ha llegado. Dejando en el olvido la inefablez Era Cacharro, desde el 2007, Blasfemias en San Marcos cuando PSOE y BNG llegaron al poder y el PP se vio relegado a la oposición, el nivel de los debates ha ido de mal en peor.

Con Antonio Gato, como portavoz socialista, y José Manuel Barreiro, por los populares, las discusiones eran auténticos combates de esgrima, en los que ambos hacían gala de su capacidad dialéctica con elegancia y educación, aunque eso no evitase que el objetivo último fuese dejar tocado al rival y, a ser posible, de muerte.

En el segundo mandato del bipartito, de 2011 a 2015, cuando el presidente provincial del PP se marchó a Madrid y dejó en su puesto a Elena Candia y Gato tuvo que ceder la portavocía a Manuel Martínez, en el palacio de San Marcos se retiró la alfombra para practicar con los floretes  a la vieja usanza entre caballeros y se instaló un cuadrilátero de boxeo, en el que la popular y el socialista se liaban a puñetazos en los riñones, a veces con técnicas de lucha libre, para que el rival se quedara K.O. en el primer asalto. Candia conseguía sacar de quicio a Martínez, haciéndole sangre donde más le dolía, su gestión como alcalde de Becerreá, y el socialista contestaba con algún exabrupto que otro, como criticar los tacones que llevaba la popular en las visitas a obras o en recomendarle que se tomase unos tranquilizantes. En cualquier caso, los combates no dejaron secuelas graves, porque los antes enemigos quedan desde hace meses para tomar un Aquarius y se entienden de maravilla.

Ahora, visto el nivel que alcanzan los debates, habrá que montar una discoteca en el auditorio de San Marcos. El lugar, desde luego, es idóneo, muy adecuado para colocar una bola de cristales en el techo y unas cuantas barras para que los diputados debatan tomándose algo, eso sí, sin alcohol, porque entonces el pleno podría acabar en reyerta con navajas albaceteñas incluidas.

Al margen de lo impresentable que resulta que algunos diputados hagan gala de su mala educación en los plenos, demostrando un nulo respeto por la institución, lo realmente preocupante es que la Diputación está prácticamente paralizada desde el mes de junio, salvando los tres meses en los que Elena Candia, como presidenta por accidente, intentó sacar adelante algunos proyectos millonarios para sus concellos, que ahora están en el aire por falta de financiación.

El malestar está empezando a notarse entre los alcaldes de la provincia, independientemente de su color político y, aunque en público, no se atrevan a quejarse, en privado, reconocen que no entienden nada y que lo único que quieren  es  que  la Diputación vuelva a soltar el maná en forma de obras.

Por mucho que quieran los alcaldes, el follón de la Diputación se ha enquistado de tal manera que no hay forma de solucionarlo. Y, mientras tanto, los diputados a dar la nota en el pleno de los últimos martes de cada mes, comportándose como si estuvieran de juerga en una discoteca, insultándose, blasfemando y gritando, pero sin solucionar nada y menos los problemas de la provincia.

Ya puestos, podrían cobrar entrada por este espectáculo grotesco, que da auténtica vergüenza ajena.

Comentarios