Opinión

A Podemos no parece conmoverle el sufrimiento de los ucranianos

No creo que a Pedro Sánchez decía que ni él ni la mayoría de los españoles dormirían tranquilos sabiendo que en el Gobierno había partidarios de que se celebrara en Cataluña un referéndum por la independencia, se pudiera imaginar los desvelos que habrían de originarle —con el consiguiente reflejo ante la opinión pública— que no uno, sino tres de sus ministros, discreparan de manera pública con una de sus más trascendentes, visibles y necesarias decisiones de política internacional y humanitaria que colocan a España entre las naciones de Europa comprometidas en la defensa y el apoyo a una nación atacada del brutal modo que se está produciendo en Ucrania.

Hay que ser cínicos, como la señora Belarra, su camarada Irene Montero o el despistado Garzón (menos mal que Yolanda Díaz ha tenido otra decencia que la distingue) para que ante la tragedia de la población de Ucrania no quieran que, al menos, se ayuda a parar en lo posible la agresión con medios de apoyo a la heroica resistencia de un pueblo, y hagan invocaciones a la paz y a la diplomacia, ya fracasada, mientras Putin lanza misiles contra la población, con una clara estrategia de sembrar el terror de modo indiscriminado. Los analistas militares más documentados creen que Ucrania va a perder la guerra porque por mucho heroísmo de sus soldados y su pueblo la desproporción de medios es abrumadora a favor de Rusia, pero justamente, el modo de evitar o atenuar el resultado que nadie quiere es justamente hacer comprender al agresor lo caro que puede costarle perseverar en el ataque o al menos retrasarlo para que, en ese sentido sí, la negociación o la diplomacia logren el alto el fuego. ¿Pero qué haría el pueblo ucraniano aparte de morir o escapar si, como dice la camarada Belarra, Pablo Iglesias o Echenique (todo ellos portaestandarte de la paz) no se le ayuda?

Algunos analistas con mayor perspectiva que los análisis de urgencia que estamos haciendo, señalan que fue un error que Ucrania pretendiera no ya entrar en la Unión Europa, sino en la OTAN. Consideran que fue precipitado y que la antigua URSS, cuyas fronteras Putin quiere reconstruir o considerada geoestratégicamente sagradas, no iba a tolerar. De todos modos, el aislamiento internacional a que las medidas adoptadas por Europa y Estados Unidos contra Rusia, para cercar su economía, tienen varias lecturas: el alcalde de su eficacia, el sufrimiento que va a suponer para la propia población rusa y su costo para Occidente, como ya se ha visto, la consideración por parte de Putin como un acto de guerra (que sin duda es) y que resulte eficaz, en la medida que los oligarcas asentados alrededor del antiguo coronel del KGB lo presionen para que afloje o pare.

Pero volviendo a España, sería tan espectacular como imposible, que el doctor Sánchez cesara a los tres ministros que de modo tan evidente han demostrado la incongruencia de lo que Rubalcaba bautizara como ‘gobierno frankenstein’, al discrepar de una decisión de Estado con la que sin duda estamos de acuerdo la inmensa mayoría de los españoles. Esa es la diferencia. Y la camarada Belarra es ministra de Asuntos Sociales.

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