Opinión

Las palabras de Sánchez en Ermua y el blanqueo de Eta con Bildu

La presencia de Pedro Sánchez en el acto de homenaje de recuerdo a Miguel Angel Blanco ha producido el inevitable rechazo de algunos de los presentes que se agudizó ante la falta de sentido de la oportunidad de quien pese a todo lo que dijera en su día, se ha venido entendiendo bien con los administradores de la memoria de Eta, a quienes facilita, para asombro general, la vía para blanquear a los miembros de aquella siniestra organización que dejó la herencia de más de ochocientos asesinatos, de los que más de trescientos siguen impunes, en tanto dos de los que eran dirigentes de Eta cuando se decidió asesinar a Miguel Angel ya están hoy en libertad. Y conviene recordar que una parte esencial de la acción de Eta se produjo precisamente después de 1977. Además, entre 1979 y 2008, Eta asesinó a doce miembros del partido socialista.

Hay que ser poco prudente para decir lo que Sánchez ha dicho en su turno de palabra, al manifestar con rotunda claridad. Sus palabras enlodaron el acto de homenaje a Miguel Angel Blanco, al afirmar que España y Euskadi son ‘países libres y en paz’. Literalmente afirmó: «Si hoy Euskadi y España son países libres y en paz es gracias a todos y todas las que apostaron por la unidad de los partidos frente al terror y el odio», y también gracias a la labor de la justicia, a la imprescindible colaboración internacional, así como al valioso y valiente trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de la Ertzaintza y de la Policía Municipal y, por supuesto, a la sociedad vasca y a la sociedad española». O sea, que el país vasco es un país diferente de España, un país de igual nivel y rango. Y esto lo dice este sujeto que pacta con Bildu para blanquear a Eta delante del jefe del Estado y de las representaciones de las víctimas de la banda cuyos administradores de la siniestra banda pacta, porque sus 5 votos, entre otros, lo llevaron a la Moncloa. 

Ya he referido alguna vez que el propio Marlaska me contó que, en unas jornadas universitarias en las que coincidimos, que, cuando un Etarra era detenido y conducido ante un juez se cumplía el protocolo de Eta de declarar haber sido torturado, elemento que ahora va a centrarse en la recuperación de la memoria de la banda, cuestionar la acción de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y convertir, como dice Bildu, a los terroristas en alertados defensores de la democracia. Porque, entre otras cosas, para eso va a servir la Ley de la Memoria Democrática, pactada con Bildu, cosa que no se atreven a negar. Pero lo que subyace, como ERC no oculta, es desmontar lo que fue una pieza esencial de la transición, la Ley de Amnistía de 1977, que tuvo precisamente como ponente al comunista Marcelino Camacho en un memorable discurso que Sánchez no ha leído.

Y, por otro lado, a no ser que el asunto lo examine una comisión de historiadores con la adecuada neutralidad, en otro de los aspectos de la ley que promueve Sánchez. podría darse la paradoja de que también sea ahora recuperada la memoria como paladines de la libertad, tipos como García Atadell y los asesinos de las terribles chekas de Madrid, los ejecutores de los tribunales populares o las patrullas del amanecer como ‘víctimas del franquismo’. La alcaldesa de Madrid, Carmena, ya tuvo que dar marcha atrás en su momento con alguna de sus placas (en tanto se retiraba la de unos frailes asesinados por los milicianos en Madrid), digo en una placa donde junto a víctimas inocentes y reales de la represión franquista se colaron criminales comunes del otro bando que hubieron de responder de sus actos y que en cualquier situación hubieran sido objeto del reproche penal. Al anularse todos los procesos de modo general, ¿también ahora serán héroes de la democracia? Conviene recordar que la ley de Sánchez tiene, en este sentido, un enunciado general, y donde la ley no distingue no se puede distinguir. O sea, que, junto a las verdaderas víctimas del franquismo, que lo fueron de verdad, se va a ennoblecer la figuras de todos los criminales y asesinos que también lo fueron en el descontrol del bando republicano. ¿O cómo van a diferenciar a unos de otros?

Nunca vi a nadie que alabara tanto la amnistía de 1977 que venía a poner fin al odio entre españoles y cerrar el capítulo de las dos Españas enfrentadas como el comunista Marcelino Camacho, quien pasara gran parte de su vida en la cárcel por su actividad sindical, tras ser uno de los perdedores de la contienda. Pedro Sánchez debería leer el discurso en que el veterano luchador defiende aquella medida, pieza esencial de la transición, quien entonces dijo: «Nosotros considerábamos que la pieza capital de esta política de reconciliación nacional tenía que ser la amnistía. ¿Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los unos a los otros, si no borrábamos ese pasado de una vez para siempre? Para nosotros, tanto como reparación de injusticias cometidas a lo largo de 40 años de dictadura, la amnistía es una política nacional y democrática, la única consecuente que puede cerrar ese pasado de guerras civiles y de cruzadas». Por lo visto, ahora, gracias a Zapatero y Sánchez volveremos para atrás.

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