Opinión

Medio siglo después del conflicto Vigo del 72

Al haberse cumplido medio siglo del conflicto laboral de septiembre de 1972, en Vigo, uno de los mayores en la historia del movimiento obrero, como testigo directo de aquellos días, me animo a recordar aquel largo episodio que viví como periodista junto a quienes lo protagonizaron.

La tarde del 8 de septiembre de 1972 se produjo una situación extraña en Citroën Hispania de Vigo, porque los trabajadores querían una reducción de la jornada laboral para que quedara en 44 horas semanales. Un enlace jurado de la empresa, Isidro Cómez Montes, ya fallecido, mantuvo una discusión con uno de los directivos de la fábrica, y en un momento sacó su carné sindical y dijo ‘esto no sirve para nada’, y no sé si la partió o la tiró al suelo, pero ese acto que él mismo contó fue el detonante de una serie de hechos. Primero hubo una sanción a Isidro; luego todo el jurado de la empresa se solidarizó con él, ya partir de ahí deriva en huelga en Citroën, la solidaridad se extiende a otras empresas, y nuevos despidos; en definitiva, una bola de nieve que se extendió durante tres semanas. Luego hubo otras movilizaciones importantes, en 1976, y en 1978 con la crisis de Ascón, que fue mucho más violenta y hasta cerraron los cafés; pero en 1972 hay que ser conscientes de la época de la que estamos hablando, Franco aún no había tenido tromboflebitis, ni se hablaba del espíritu del 12 de febrero, que sería uno de los procesos a lo que seguiría el asesinato de Carrero Blanco. A partir de 1976 se habla de libertad, amnistía, estatuto de autonomía y una serie de cosas en las que ni siquiera se pensaba en ese momento. Fue el gran presagio de la libertad, una huelga revolucionaria, que desmanteló el ya bastante maltrecho sindicato vertical.

En Radio Popular de Vigo, donde yo era entonces redactor, disponíamos de una unidad móvil, llamada por su color el ‘submarino amarillo’, que cuando íbamos a cierta distancia de la ciudad teníamos que elevar una antena, realmente era una cosa laboriosa. Recuerdo haber narrado en director una carga policial bestial, realmente la más brutal que he visto en mi vida, en la zona de Balaídos. Cuando hablamos de brutalidad policial tenemos que tener en cuenta el contexto en el que nos desenvolvemos, donde no había propiamente derechos civiles reales, y la policía tenía un poder omnipotente, recuerdo que la compañía de reserva general que enviaron aquí era de Valladolid, la comandaba un capitán de infantería que conocí cuando estaba haciendo el servicio militar en Ourense, y era un hombre absolutamente expeditivo. Me dijo que todos los policías siempre tenían las armas listas, porque había lo que se llamaba primera y segunda respuesta. La primera respuesta fue intimidatoria pero la segunda ya era lo que llamaban efectiva, y la tercera fue disparar balas de verdad, primero al aire y luego a la gente. También hubo disparos en el puerto, pero estos se debieron a la Brigada Político Social.

La libertad de expresión en Radio Popular se debe en gran medida a la inspiración de Gerardo González Martín, porque él fue el responsable directo. Hay cosas que a veces les digo a los jóvenes periodistas en un seminario y no me creen. Teníamos una triple amenaza que se cernía sobre nosotros. Por un lado, el Gobierno Civil, la Brigada Político Social y el Ministerio de Información y Turismo, que tenían un servicio de escucha permanente. Pero también, gracias a unas telefonistas comprometidas, CC.OO. disponía de un control de escucha dentro de Telefónica y seguían perfectamente esas conversaciones en la comisaría sin que nadie lo supiera.

En ese conflicto enviaron aquí a un mediador, Posada Cacho, que era dirigente del sindicato azucarero nacional. Realmente fracasó por completo, no fue capaz de mediar nada. Lo único que hizo fue convocar a los periodistas a una rueda de prensa en el centro de formación profesional de Meixoeiro y darnos a cada uno un papel, el papel contenía los detalles de la huelga, de los casi 21 días que había durado hubo 130 despidos., de los cuales 51 eran cargos sindicales. Por aquel entonces sólo había un magistrado de Trabajo en Vigo, era Francisco Javier Cebrián Badía. No daba abasto. De esos despidos, al final de todo el proceso, 75 fueron de dirigentes sindicales, prácticamente la cúpula de las Comisiones Obreras, confirmados en el Juzgado Central del Trabajo. Hasta el día 17 hubo 66 detenidos, la mayoría de ellos los propios dirigentes, y muchos de ellos pasaron por el Juzgado de Orden Público.

Hasta después de la muerte de Franco y la transición política y la amnistía de Suárez esas heridas no sanaron, hasta entonces no hubo amnistía laboral que unos pudieran aprovechar y volver a las fábricas, y otros, no había manera, como en el caso de Isidro Gómez Montes, quien no volvió a Citroën, aunque percibieron indemnizaciones en metálico, pero que no compensaba ni lo sufrido ni la pérdida del empleo. El movimiento obrero sufrió y pagó un precio muy alto por esa huelga, recordada ahora medio siglo después.

Comentarios