Opinión

Mala educación y miserable comportamiento


No sabría decir si se trata simplemente de un gesto de mala educación o directamente miserable la ausencia de la alcaldesa de Figueres (Girona), Agnès Lladó (ERC), a los actos relativos a la visita de la princesa de Asturias y Girona a su municipio. Claro que nada puede extrañar si la máxima autoridad del Estado democrático en aquella comunidad —¿o es que olvidamos que es, entre otras cosas eso?—, el presidente Pere Aragonès, ha ignorado del mismo modo la visita de la heredera de la Corona para la entrega de los Premios Fundación Princesa de Girona (FpdGi) 2020 y 2021, en Barcelona.

Dice este personaje que «el Govern estará presente en cualquier acto en el que se puedan defender los intereses de la ciudadanía de Cataluña, pero no a los que sean para ensalzar a la Monarquía». Es curioso que unas veces va y otras no, como el pasado 16 de junio en que el honorable apareció a última en el Círculo de Economía, a una cena a la que asistía el rey y el presidente de Corea del Sur.

Una cosa es que se tengan legítimamente sentimientos republicanos o aspiraciones políticas de otro tipo dentro de una democracia, y otra la grosera mala educación que define a quienes carecen de la sutileza y el estilo que el propio Cervantes alabara como cualidad, en este caso, de la ciudad de Barcelona. Pero es que, además tanto la señora Lladó como Aragonès olvidan lo que el profesor Sartori enseña a propósito de la representatividad que ostenta un cargo público, al diferenciar lo que es la representación política e ideológica, la oficial o institucional, y la sociológica.

Veamos: tanto la señora Lladó como Aragonès representan a los que piensan como ellos, y tienen además la representación política del partido que los respalda. Sin la menor duda. Ostentan, además la representación oficial o institucional de sus respectivos cargos, lo que supone determinadas obligaciones de cortesía y respeto al propio entramado institucional del que forman parte, bajo el amparo de la Constitución que les permite ser lo que son dentro de ella. Pero eso precisamente, este último aspecto de su representación exige que respeten a quienes, dentro de su ámbito responden a otras sensibilidades políticas diferentes de las suyas. Y como consecuencia de ello, la representación sociológica exige respeto a las mismas.

En resumen, el señor Aragonès y la señora Lladó tienen todo el derecho del mundo a pensar lo que piensan a aspirar a lo que aspiran, pero mientras sean cargos públicos de este Estado deben respetar las manifestaciones públicas de los elementos que lo constituyen. España es una monarquía parlamentaria, la heredera de la Corona tiene, entre otros títulos históricos el de Princesa de Girona. ¿Cuesta tanto un poco de respeto y cortesía?

Cervantes pone en boca de Don Quijote estas palabras dedicadas a Barcelona: «Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza única; y aunque los sucesos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella, solo por haberla visto».
Lamentablemente, quizá hoy, habría de decir, con respecto algunas autoridades de Cataluña, «atajo de maleducados, cuadrilla de miserables».

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