Opinión

La promesa del secreto

LA PRIMERA vez que desde Unidas Podemos salió una filtración de las deliberaciones secretas del Consejo de Ministros pudo atribuirse a su inexperiencia por la bisoñez de los ministros en el ejercicio de su cargo, para ocultar la flagrante falta de compromiso con unas decisiones que comprometen a todo el Gobierno en su conjunto. Que haya vuelto a ocurrir y que prácticamente en tiempo real se haya sabido que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, haya criticado en la reunión del gabinete a la titular de Educación, Isabel Celaá, por falta de liderazgo a la hora de ordenar la vuelta al colegio, es una reiteración que no tiene nada de inocente, y menos si se utilizan los mismos argumentos que utiliza la oposición en su ofensiva de desgaste al Ejecutivo.

Las deliberaciones del Consejo de Ministros están protegidas por una ley específica y por el Código Penal que castiga la revelación de secretos, aunque es difícil que este asunto sea utilizado para sumar una causa más al escenario judicial que tiene abierto la formación de Pablo Iglesias, a cuenta de presuntas irregularidades relacionadas con la financiación de su partido y los gastos electorales. La ministra de Educación ha dado una larga cambiada con elegancia y no se ha dado por enterada de la polémica. Iglesias, que tanto interés ha mostrado por tener acceso a todos los secretos oficiales, no ha mantenido el único que prometió guardar.

Que las críticas a la ministra de Educación se produjeran también al mismo tiempo que los votos socialistas, en la mesa del Congreso, cercenaban la petición de la oposición de derechas de que compareciese para dar explicaciones sobre ese asunto, añade un punto más a la deslealtad de Unidas Podemos. Y si lo que quería es marcar distancia con algunos compañeros del Gobierno, con los que los roces son significativos desde el primer momento, como con la ministra de Defensa, Margarita Robles, que consideró "positivo" que Iglesias diera explicaciones en la Cámara Baja, o manifestar su malestar por que la Ley de Libertad Sexual haya sido devuelta al Ministerio de Igualdad que dirige su esposa para subsanar sus deficiencias, señaladas desde el primer momento, lo que ha hecho ha sido poner en un brete al presidente del Gobierno, que una vez más ha tenido que salir a defender la unidad y cohesión de su equipo, pese a las discrepancias de calado entre los dos socios de Gobierno.

Si se trata de falta de liderazgo en el ejercicio de sus funciones, tampoco Pablo Iglesias puede sacar pecho, porque él se encuentra en la misma tesitura. Sus aportaciones en uno de los ámbitos de su responsabilidad, las residencias de mayores, estuvo inédita porque son competencia de las comunidades autónomas y en eso se ha escudado, y porque otro ministro del ramo educativo, perteneciente a Podemos, el de Universidades, aún permanece desaparecido.

Todas estas escaramuzas, sin embargo, no salen gratis. Cada disfunción enfrentamiento o polémica se apunta en el debe de las relaciones entre ambos partidos y se pasarán al cobro en el momento electoralmente oportuno. Por ahora, no hay mejor argamasa para unir a ambos socios que el ejercicio del poder y la necesidad mutua.

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