Opinión

El rey en Barcelona

LOS HECHOS insólitos o novedosos provocan reacciones encontradas, análisis de pros y contras, consecuencias y la inevitable utilización interesada del éxito o el fracaso o de ambas cosas a la vez. La presencia del rey Felipe VI en la manifestación de este sábado en Barcelona provoca una de estas situaciones que desde la Casa real, el Gobierno y la Generalitat durante el transcurso y tras su celebración, deben manejar con muchísimo tiento.

Que el rey acuda a una manifestación como cabeza de la principal institución que vertebra el país tras el reconocimiento de que la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emana los poderes del Estado, como cabeza de la monarquía parlamentaria (art. 1.3), no tendría que suponer un problema mayor por su carácter representativo de todos los españoles, —en tanto en cuanto no se produzca una reforma constitucional que diga lo contrario— y, como tal, personificación del deseo de toda una nación de conjurar el miedo y mostrar la unidad en la lucha contra el terrorismo yihadista.

Cierto que la Constitución atribuye al rey un poder moderador y de árbitro, que Felipe VI, en estos primeros años de reinado ha evitado borbonear y se ha mantenido al margen de las discrepancias políticas, y eso que le ha tocado lidiar también con una situación inusual como fue la repetición de las elecciones generales o un proceso independentista que quiere desgajar una de sus partes de España y cuyos dirigentes quieren crear la República Catalana. Habrá quien considere que el rey debiera mantenerse al margen de una manifestación que de una u otra forma, además de manifestar la repulsa por los atentados terroristas supone también una expresión de carácter político relacionada con el mantenimiento y las garantías de mayor efectividad para asegurar la seguridad de los ciudadanos y hay discrepancias sobre la mejor forma de hacerlo. Habrá quienes se verán representados en Felipe VI, mejor o igual que por los dirigentes políticos.

Con su presencia en Barcelona el rey asume riesgos políticos que serán puestos de manifiesto por quienes quieren un cambio de forma de estado, que no es en modo alguno una de las prioridades del debate político, pero la ocasión lo merece por su significado simbólico, pese a que ya ha habido quien ha querido censurar un gesto tan humanitario como la visita de los reyes a los heridos en los atentados, algo también insólito, pero sobre lo que la Casa Real ya se había cubierto las espaldas. Conferir a la presencia de Felipe VI el carácter de gesto relacionado con la popularidad de la Corona es también inadecuado cuando se trata de sumarse a la unidad de todo el país como elemento esencial en la lucha contra el terrorismo yihadista y en la defensa de los derechos y libertades que pretenden cercenar.

Todas las instituciones, los parlamentos y gobiernos nacional y catalán, y el ayuntamiento de Barcelona han hecho un llamamiento a una participación masiva en la marcha de este sábado. Ante la excepcionalidad de los atentados el rey Don Felipe asume un nuevo aspecto de su papel institucional que al ponerse al mismo nivel que el resto de los ciudadanos en la expresión del dolor y la unidad consolida el valor de su figura.

L os hechos insólitos onovedosos provocan reaccionesencontradas,análisis de pros y contras,consecuencias y la inevitableutilización interesada deléxito o el fracaso o de ambascosas a la vez. La presenciadel rey Felipe VI en la manifestaciónde hoy en Barcelonaprovoca una de estas situacionesque desde la Casa real, elGobierno y la Generalitat duranteel transcurso y tras sucelebración, deben manejarcon muchísimo tiento.Que el rey acuda a una manifestacióncomo cabeza dela principal institución quevertebra el país tras el reconocimientode que la soberaníanacional reside en el puebloespañol del que emana los poderesdel Estado, como cabezade la monarquía parlamentaria(art. 1.3), no tendría quesuponer un problema mayorpor su carácter representativode todos los españoles, —entanto en cuanto no se produzcauna reforma constitucionalque diga lo contrario— y,como tal, personificación deldeseo de toda una nación deconjurar el miedo y mostrarla unidad en la lucha contrael terrorismo yihadista.Cierto que la Constituciónatribuye al rey un poder moderadory de árbitro, que FelipeVI, en estos primeros añosde reinado ha evitado ‘borbonear’y se ha mantenido almargen de las discrepanciaspolíticas, y eso que le ha tocadolidiar también con unasituación inusual como fue larepetición de las elecciones generaleso un proceso independentistaque quiere desgajaruna de sus partes de España ycuyos dirigentes quieren crearla República Catalana. Habráquien considere que el rey debieramantenerse al margende una manifestación que deuna u otra forma, además demanifestar la repulsa por losatentados terroristas suponetambién una expresión de carácterpolítico relacionada conel mantenimiento y las garantíasde mayor efectividadpara asegurar la seguridad delos ciudadanos y hay discrepanciassobre la mejor formade hacerlo. Habrá quienes severán representados en FelipeVI, mejor o igual que por losdirigentes políticos.Con su presencia en Barcelonael rey asume riesgospolíticos que serán puestosde manifiesto por quienesquieren un cambio de formade estado, que no es en modoalguno una de las prioridadesdel debate político, pero laocasión lo merece por su significadosimbólico, pese a queya ha habido quien ha queridocensurar un gesto tan humanitariocomo la visita de losreyes a los heridos en los atentados,algo también insólito,pero sobre lo que la Casa Realya se había cubierto las espaldas.Conferir a la presencia deFelipe VI el carácter de gestorelacionado con la popularidadde la Corona es tambiéninadecuado cuando se trata desumarse a la unidad de todo elpaís como elemento esencialen la lucha contra el terrorismoyihadista y en la defensade los derechos y libertadesque pretenden cercenar.Todas las instituciones,los parlamentos y gobiernosnacional y catalán, y elayuntamiento de Barcelonahan hecho un llamamientoa una participación masivaen la marcha de hoy. Ante laexcepcionalidad de los atentadosel rey Don Felipe asumeun nuevo aspecto de su papelinstitucional que al ponerseal mismo nivel que el resto delos ciudadanos en la expresióndel dolor y la unidad consolidael valor de su figura.

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