Opinión

El país de los líos

EL TÉRMINO 'lío' sirve para calificar todo aquello que está confuso, enmarañado, sea un roto o un descosido. Mariano Rajoy, el hombre enterrado en las brumas de un olvido que él busca desesperadamente, hablaba mucho de que tal o cual cosa era "un lío". La verdad es que la vida política española, inmersa en la perspectiva de dos elecciones casi simultáneas, en una precampaña caótica que discurre en paralelo a un juicio de final incierto y a un proceso que pretende, inútil pero tenazmente, separar de España a una de sus partes más significativas, se ha convertido en un gran, inmenso, lío. Del que no está claro cómo vamos a salir.

En primer lugar, el basamento de una democracia, los partidos, está hecho unos zorros. No ha habido sino que ver cómo ha funcionado la confección de las listas electorales para comprobar que nuestros partidos, la mayor parte de los cuales tanto sacaban pecho para alardear de la limpieza y transparencia de ‘sus’ primarias, han tenido un comportamiento profundamente poco democrático. El ‘dedazo del jefe’ en lugar del desbloqueo, tantas veces prometido, de las candidaturas. Eso, para no hablar del dislate de que esta pelea preelectoral, en la que un elemento clave en juego es nada menos la manera de afrontar el separatismo catalán, se resuelva con tan diferentes, opuestas y a veces locas, propuestas de solución.

Menos mal que Torra, con sus chaladuras, se está encargando por sí solo —con la inestimable ayuda del de Waterloo— de mostrar al mundo lo ridículo de sus planteamientos. Vergüenza da hasta recordar todo lo que ha ocurrido con los lazos y sus derivadas. Lo que pasa es que el todavía — increíblemente— president de Generalitat sabe muy bien cómo guarecerse del brazo de la ley. No es ningún delito colgar un cartel pidiendo libertad de expresión desde los balcones de la plaza de Sant Jaume. Es, simplemente, el berrinche de un colegial de párvulos. Pero parece que, por fin, el Gobierno de Pedro Sánchez, que es al que favorecen las encuestas, se ha dado cuenta de que de ninguna manera puede renovar alianza con los ‘indepes’. No lo hará, creo, porque ya no es ni posible ni eficaz. Tiene que buscar nuevos aliados, porque ya se ve que Podemos tampoco va a adquirir altura de vuelo.

Lo increíble es que Ciudadanos insista en proclamar que "los socialistas pactarán nuevamente con los que quieren romper España", asegurando que jamás llegarán a ningún acuerdo poselectoral con el PSOE. Eso, que es una falsedad, ya ni en campaña vale, como no vale que Pablo Casado insista en que el culpable de la deriva loca del secesionismo "no es Torra, sino Pedro Sánchez". Dialéctica peligrosa de mitin que se puede volver contra quienes falsean esta realidad. Y anda que no hay otros motivos para criticar a Pedro Sánchez y sus mariachis.Y menudo problema el que se le viene encima al secretario general del PSOE si, efectivamente, la organización andaluza que aún controla Susana Díaz se le rebela tras su prepotente actuación en la confección de listas.

No, ningún partido ha dado la talla como la formación política que España necesita para recomponerse y regenerar la vida pública. Y la semana que ahora concluye ha sido una buena muestra de ello.

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