Opinión

Yolanda suma (y sigue)

Yolanda Díaz sabe escuchar. Eso dice su equipo. Les escucha a ellos. También a personajes que no le son tan cercanos y sin embargo le ayudan a ensanchar la mirada

Apesar de ser relativamente joven, a sus 51 años Yolanda Díaz tiene tras de sí un considerable currículum político. Se crió en el seno de una familia comunista en su Ferrol natal y se afilió al ‘partido’ en cuanto tuvo edad. Desempeñó desde el principio responsabilidades orgánicas en la Izquierda Unida gallega, que lideró y por la que fue candidata a la presidencia de la Xunta en 2005 y 2009, sin conseguir en ninguno de los dos casos que ella o alguien de su partido entrasen en el Parlamento gallego. En 2007 llegó a ser teniente alcalde en el ayuntamiento de Ferrol, en la coalición de IU con el PSOE que acabó en sonada ruptura. Al rebufo del movimiento del 11-M, Díaz se embarcaría en el rupturismo, surfeando una ola que la ha llevado hasta la vicepresidencia primera del gobierno de coalición de los socialistas con Unidas Podemos y al liderazgo ‘in pectore’ de la nueva izquierda española.

Díaz llegó hasta donde está en gran medida gracias a su habilidad para elegir los compañeros de viaje que más le convenían en cada momento, y sobre todo al buen ojo a la hora de rodearse de los asesores adecuados. El primero de sus aciertos, y clave para el desarrollo posterior de su trayectoria política, fue sin duda el fichaje de Pablo Iglesias como pieza clave en la operación AGE, aquella alianza de Esquerda Unida con el beirismo, que hace ahora diez años irrumpió con fuerza en la política gallega ‘sorpassando’ al Bloque. Díaz e Iglesias trabaron una estrecha relación de confianza, gracias a la cual es hoy ministra de Trabajo y teórica número dos del ejecutivo de Sánchez. Fue también el fundador de Podemos quien, al abandonar prematuramente la primera línea política, la ungió como sucesora y el que bendice ahora su nuevo proyecto político.

En el Ministerio de Trabajo a Yolanda Díaz ha sabido rodearse de un equipo de eficaces colaboradores -en su mayoría gallegos-, con un marcado perfil técnico y a la vez político. Es gente experimentada, de variopinta procedencia, sin vinculación orgánica, que siquiera milita en Podemos, ni en IU, ni en ninguna otra de las organizaciones implicadas en la coalición que lideró Iglesias. Los eligió ella, aceptando sugerencias, no imposiciones. Son de su completa confianza y están en total sintonía, entre sí y con su jefa. De ellos es la idea de la plataforma Sumar y de sus cabezas han salido casi todas las iniciativas que están permitiendo a la vicepresidenta marcar en buena medida la agenda polítíca española. También le cabe a ese equipo gran parte del mérito en que Díaz sea la ministra más valorada y al tiempo la única que hace sombra al presidente.

Yolanda Díaz sabe escuchar. Eso dice su equipo. Les escucha a ellos. También a personajes que no le son tan cercanos y sin embargo le ayudan a ensanchar la mirada. Tener los oídos muy abiertos es ahora para ella una obsesión, empeñada como está en percibir las inquietudes de todos los sectores sociales que reclaman una gobernanza auténticamente progresista. Se trata de crear ‘ex novo’ una herramienta política de amplio espectro, libre de parasitismos partidarios y de egoísmos que, desde un posibilismo ambicioso, se comprometa a revertir la dinámica que está acentuando las diferencias sociales o territoriales, culturales y hasta ambientales entre los ciudadanos de este país. Para ello hay que acumular muchas sensibilidades y voluntades en un proceso casi alquímico que de paso permita separar la mena de la ganga. La adecuada gestión del desperdicio es clave para que la aleación funcione, para sumar y seguir. 

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