Opinión

Una única oportunidad

Si no derrota a Sánchez en las urnas, se echará a un lado. Feijóo no es de los que hablan por hablar. Presume de ser un hombre de palabra. Lo dijo alto y claro el otro día en Valencia, en presencia de Aznar, de Rajoy, de su equipo, de sus barones territoriales y de varios miles de militantes y, eso sí, en un ambiente de euforia. El líder del PP no contempla otra hipótesis que la de ganar las próximas elecciones para culminar la tarea que se autoimpuso hace un año, cuando emprendió el reto de recomponer el partido y situarlo de nuevo como indiscutible la alternativa a la coalición de PSOE y Podemos. Con ambos objetivos cumplidos, ahora toca volver a ilusionar a su electorado natural y pescar en los caladeros situados a izquierda y derecha de los populares para rearmar aquello que Fraga denominaba la mayoría natural. De no lograrlo, lo suyo es irse por donde vino.   

A diferencia de sus quienes le precedieron al frente del PP, Alberto Núñez Feijoo no piensa concederse una segunda y menos una tercera oportunidad para asaltar La Moncloa, aún cuando nadie le discutiese el liderazgo. Eso creen los que mejor le conocen. Una y no más. A la primera tiene que ir la vencida. Con las encuestas serias claramente a favor, no le queda otra que ir a por todas, salir a ganar, primero las municipales y autónómicas y después, surfeando la ola triunfal, las generales de finales de año. Para entonces habrá cumplido los sesenta y dos años. Él no se siente mayor, pero si, llegado el momento, es investido presidente del Gobierno de España, sería el de más edad de todos sus antecesores del actual periodo democrático con excepción del efímero Calvo Sotelo. En ese como en otros ámbitos desde luego el tiempo no corre a su favor. 

Ganar o ganar, no le queda otra. Y es que el expresidente de la Xunta parte siempre como caballo ganador. De hecho nunca perdió unas elecciones en las que él fuera el candidato. Puede presumir, no ya de cuatro victorias consecutivas en las elecciones gallegas, sino de que en todas ellas obtuvo la mayoría absoluta, incluso muy holgada. Gracias a esos contundentes resultados, siempre ha gobernado en solitario, sin condicionamientos externos. Algunos de sus colaboradores más veteranos y directos ni se lo imaginan encabezando una coalición de gobierno, por muy afines que pudieran ser sus eventuales socios. Impensable que esté dispuesto a compartir la mesa del Consejo de Ministros con miembros de Vox (supondría abdicar de su centrismo). Con Ciudadanos sería distinto, pero ya no va a poder ser.

Hay un escenario, que el PP sea la fuerza más votada pero no pueda gobernar, que daría a Feijóo la legitimidad para seguir liderando el partido como jefe de la oposición al menos por un tiempo. De entrada nadie iba atreverse a reclamar su renuncia al haber obtenido un apoyo mayoritario de la ciudadanía, lo que, por otra parte, le obligaría a seguir siendo el posible recambio de un presidente en precario. Aún así, lo más probable es que optase igualmente por hacer mutis abriendo un nuevo proceso sucesorio, pero, a diferencial del que le aupó a él, este sí, ordenado y constructivo, que no necesariamente habría de tutelar, porque además de estar de salida, Don Alberto, al igual que Fraga no es de tutelas ni de tutías. Es de los que saben irse, aunque sea por la puerta de servicio. Sin dar portazos ni levantar polvaredas.

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