Opinión

Reganosa, a todo gas

QUIÉN LO había decir hace unos años, cuando solo unos cuantos creían en el proyecto, mientras muchos otros ponían palos en las ruedas. La guerra de Ucrania y la decisión de la Unión Europa de incrementar la compra de gas a Estados Unidos abren una gran ventana de oportunidad a Reganosa, la regasificadora de Mugardos, que ha venido reforzando su papel de infraestructura estratégica en el nuevo panorama energético. A pesar de la fuerte oposición que suscitó entre colectivos ecologistas, entidades cívicas y una parte del sector pesquero y marisquero (con Yolanda Díaz en primera fila), hoy muy pocos se atreven a negar que su construcción fue un acierto. Un logro de país. El tanto hay que apuntárselo a sus promotores –encabezados por el Grupo Tojeiro– y a la Xunta, cuyo apoyo ha sido permanente, gobernase quien gobernase y que sigue presente en el accionariado para no perder capacidad de decisión en un ámbito tan sensible.

La planta gallega, por su posición geográfica y su capacidad operativa y de almacenamiento, está llamada a ser la puerta de entrada de buena parte del gas que a partir de ahora venga de Norteamérica, como ya lo es también del procedente de Noruega y de varios países africanos. Porque el sistema de precios del transporte del GNL por mar es parecido al del taxi: se paga en función de la distancia a recorrer. Eso le da ventaja a la terminal gallega y a Portugal respecto al resto de las instalaciones ibéricas, si Europa mantiene firme su propósito de depender cada vez menos de la energía gaseosa procedente de Rusia y mira como alternativa inmediata al otro lado del Atlántico. Y si, además, asume que a corto plazo prescindir del gas natural es poco realista.

La contribución de Reganosa es igualmente fundamental para que la Comisión Europea considere a la península Ibérica una isla energética y le permita establecer, aunque sea provisionalmente, un sistema de fijación de precios de la energía eléctrica que abaratará bastante los recibos de empresas y familias. Portugal dispone de una sola regasificadora, con escasa capacidad, que ha de ser ampliada para de ese modo complementar en el suministro procedente de Argelia por gasoducto. Mugardos, en cambio, es una instalación consolidada aunque todavía puede dar más de sí en caso de que las circunstancias –o las decisiones políticas– requieran ampliar su operatividad para garantizar la autonomía del sistema energético peninsular y continental. Eso en Bruselas lo tienen muy claro.

Pase lo que pase en un futuro inmediato, Reganosa, como grupo empresarial, es ya una pequeña multinacional de la energía. No solo opera la terminal de Mugardos, donde nació, sino también una en Malta, otra en Cerdeña y la flotante de Ghana, además de realizar diversas actividades relacionadas con el negocio energético en cuatro continentes. Ahora está empeñada en un apuesta por la llamada energía verde, con un proyecto de planta de elaboración de hidrógeno que aprovecharía el agua del lago artificial de As Pontes y nuevas fuentes renovables. Una iniciativa que vendría a ser un buen balón de oxígeno para la comarca de Ferrolterra, aquejada por reconversiones, descarbonizaciones y desmilitarizaciones y cuya economía lleva demasiado tiempo en la Uci, casi sin aliento, sobreviviendo con respiración asistida. Y a un paso de la extremaunción.

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