Opinión

¿Por qué Ciudadanos no arraigó en Galicia?

Los que estuvieron en el ajo son los primeros en reconocerlo. Ciudadanos nunca se tomó muy en serio implantarse en Galicia. La comunidad gallega, pequeña, periférica y tradicionalmente conservadora, no estuvo nunca entre sus prioridades. Ni en la etapa de Rivera ni en la de Arrimadas. Los estrategas del partido naranja sabían que por muchas razones no lo tenían fácil y prefirieron centrar sus esfuerzos en territorios más propicios. Es como si creyeran que no les quedaba espacio donde marcar posición, vistas las peculiaridades del mapa político galaico, cuyo flanco diestro lo ocupa entero una fuerza política, el Pepedegá, de banda ancha y considerable militancia. Una organización muy arraigada en todo el territorio y que dispone de un considerable entramado de poder que lo ha convertido en un partido sistémico a la manera del PNV o de lo que en su día fue CIU.

Además, en Galicia no existió nunca un conflicto identitario, de esos en los que Cs se siente como pez en el agua. Aquí el independentismo —que lo hay— es puramente testimonial. El actual nacionalismo gallego, encarnado por el BNG, de izquierda aunque no radical, disimula sus veleidades soberanistas detrás de un pragmatismo institucional que, más allá de la retórica, no cuestiona el sistema, limitándose a reclamar un mayor autogobierno por la vía del diálogo con el Estado o de un nuevo estatuto de autonomía. Nunca ha planteado en serio la posibilidad de un referéndum de autodeterminación. Por puro realismo. La hegemonía política la ostenta desde hace 40 años un PP regionalista —galleguista sería mucho decir— que desde el autonomismo defiende la identidad lingüística y cultural de Galicia sin cuestionar la unidad de España.

El PP de Feijóo, y ahora de Rueda, aunque heredero de aquella Alianza Popular de ‘Los Siete Magníficos’, practica un centrismo pragmático (instrumental, dirían algunos), que viene ya de la era Fraga o incluso de antes, cuando absorbió los restos de UCD y Coalición Galega. Es una derecha muy moderada, que nada tiene de neoliberal, en muchos aspectos rayana en la socialdemocracia. Ocupa por tanto casi todo el espectro ideológico hacia el que fue virando Ciudadanos cuando iba creciendo. En Galicia los populares, en competencia con el PSOE, cuentan entre su clientela electoral a buena parte de la clase media aspiracional, la de las nuevas urbanizaciones periurbanas y las áreas metropolitanas, ese sector poblacional, conservador «ma non troppo», que en casi toda España se arrimó al partido naranja en el momento de su expansión nacional.

Ciudadanos tampoco acertó a encontrar referentes en Galicia. Nunca llegó a cuajar un liderazgo claro y reconocible, más allá del que pudo ejercer y no quiso la ‘madrigallega’ Marta Rivera de la Cruz. Hasta tuvo que improvisar sus dos candidatas a la presidencia de la Xunta de 2016 y 2019. En el ámbito local, donde aún conservan cierta presencia, las siglas de los naranja acabaron colonizadas por oportunistas de diverso pelaje y sobre todo por los resentidos o desencantados con el PP (algunos de los cuales vuelven ahora al redil). Ellos fueron mayoría, frente a personas de buena fe, sin militancia anterior y con vocación de servicio, que creyeron en un proyecto de nueva política del que ahora ya solo quedan los rescoldos y mucha gente quemada. A estas alturas de la película, a esa gente seguramente ya no podría devolverle la ilusión ni siquiera un líder o una lideresa con carisma y con tirón, de esos que en cualquier caso no tocan en las tómbolas.

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