Opinión

La operación Paco Rodríguez

No fue fácil. La dirección del PSdeG tuvo que emplearse a fondo para convencer a Paco Rodríguez de que aceptase ser candidato a la alcaldía de Ourense en 2023. La operación requirió su tiempo —varios meses—, así como la complicidad de gente cercana y de personas influyentes que tienen ascendiente sobre el exalcalde, que se lo ha pensado mucho antes de dar el sí definitivo y ha puesto sus condiciones. Él no estaba por la labor de regresar a la primera línea política, que tuvo que abandonar abruptamente hace diez años, alcanzado de lleno por la Operación Pokemon. Fue detenido por orden de la controvertida jueza De Lara y su imputación por presunta corrupción lo obligó a renunciar al cargo, presionado por su partido, que acabó expulsándolo. Aunque no llegó a sentarse en un banquillo y fue quedando exonerado de todas las acusaciones, la imagen de Rodríguez resultaría muy tocada por las filtraciones de los sumarios, tanto o más que su ánimo.  Se propuso en su día alejarse definitivamente de la vida pública, pero han logrado que cambie de criterio.

En el puente del mando de los socialistas gallegos manejaban desde hace tiempo encuestas que daban a Rodríguez como el cabeza de cartel mejor valorado por los ourensanos, incluso por encima de Cabezas, el conejo que el PP y Baltar se sacaron de la chistera.  Estaba claro que Paco tiene aún mucho más tirón que Rafael Villarino y Natalia González, los dos candidatos que iban a contender en las primarias del PSOE de Ourense capital. Un proceso que no llegará a producirse, con lo cual los socialistas se ahorran un enfrentamiento a cara de perro que agravaría aún más, si cabe, una crisis interna cronificada y que viene de lejos. El uno y la otra, aunque no la compartan, asumen la decisión que se adoptó en Santiago y que cuenta con el visto bueno de Ferraz. Sus superiores toman nota de la actitud colaborativa, que tendrá recompensa llegado el momento, siempre y cuando —ellos y los sectores que lideran— se impliquen activamente en el proyecto de Rodríguez. 

Es de esperar que vuelvan los acuerdos transversales y los consensos en los grandes asuntos de Ourense, a partir de la predisposición al diálogo que han acreditado Rodríguez y Cabezas

Con la candidatura que se sacaron de la manga en Ourense, el tándem Formoso-Lage, además de dar un golpe de efecto y de marcar territorio, pretende enviar un mensaje claro a los suyos y a la ciudadanía. Es hora de empezar a reparar los enormes daños ocasionados por las macrocausas que se abrieron desde los juzgados de Lugo y que en su casi totalidad al final han quedado en nada. Paco Rodríguez es el primero, pero no va a ser el último de los dirigentes y cargos públicos socialistas damnificados por De Lara a los que su partido devolverá la dignidad y el respeto hasta donde sea posible. Ya hay otros casos muy notables y significativos que están en lista de espera, siempre y cuando los interesados estén por la labor. La cúpula del Pesedegá tiene el convencimiento de que las urnas refrendarán de forma inequívoca esta iniciativa, porque es justa y necesaria.

En el PSOE están convencidos de que Paco Rodríguez no sólo es el mejor de los candidatos posibles entre los que podían optar, sino también una apuesta ganadora. Se lo va a poner muy difícil al PP, que no obstante todavía sigue confiando —y mucho— en el efecto Cabezas. Socialistas y populares dan por seguro que la alcaldía será para uno de los dos y que a los demás solo les va a quedar, en el mejor de los casos, el papel de árbitros, por su capacidad de inclinar la balanza a un lado o al otro, si no hay (y no son previsibles) mayorías absolutas. También está garantizado que, gobierne quien gobierne, el Concello de Ourense podrá empezar a recuperar poco a poco la normalidad política e institucional. Y dentro de esa tan deseable como previsible normalización, es de esperar que vuelvan los acuerdos transversales y los consensos en los grandes asuntos de ciudad, a partir de la predisposición al diálogo que han acreditado Rodríguez y Cabezas, dos políticos capaces de entenderse y hasta de llevarse bien. Que nunca viene mal.

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