Opinión

Foro Santiago, una foto en positivo

La buena política, la Política con mayúsculas. Eso es, según Feijóo, lo que está detrás de la declaración del Foro Santiago, suscrita por ocho presidentes autonómicos socialistas, populares y regionalistas y concebida como algo más que una aportación conjunta al nuevo modelo de financiación autonómica. Se trata de una propuesta constructiva planteada, dicen los firmantes, desde la lealtad institucional en defensa de los legítimos intereses de la España menos poblada, más dispersa y más envejecida, esa parte del territorio nacional que suele quedar al margen de los grandes debates sobre el propio modelo territorial y sobre las principales cuestiones de Estado y a la que, gobierne quien gobierne, se suele reservar el papel de mera espectadora incluso cuando están en discusión los asuntos que le afectan más directamente.

Es una foto en positivo. Feijóo, Mañueco, Page, Vara, Lambán, Barbón, Andreu y Revilla dicen no estar ni contra Cataluña, ni contra Madrid, Andalucía, Valencia o Murcia. Entienden que cada quien defienda lo suyo. Sin embargo, comparten la necesidad de que su España sea reconocida como una realidad que pone de manifiesto las deficiencias estructurales del sistema por el que hasta hoy se reparte el grueso de los fondos que atesoran las arcas estatales. Los servicios esenciales que prestan estas comunidades están infrafinanciados. Por eso los criterios de reparto en vigor han de ser radicalmente corregidos en un nuevo modelo que tenga en cuenta por quién y de qué forma está poblado cada territorio.

Un modelo dinámico dotado de mecanismos que permitan su revisión y actualización permamentes a partir de parámetros objetivos, a salvo de las coyunturas políticas puntuales.

Los acuerdos rubricados en Compostela por los ocho presidentes, con Feijóo como muñidor y anfitrión, constituyen en sí mismos, precisamente por su carácter transversal, una muy buena noticia para la política española en la medida en que superan la tradicional confrontación de los bloques ideológicos y los partidismos. El pacto se tejió en función de intereses compartidos, sin que Ferraz y Génova hayan interferido para nada. En las sedes centrales del PSOE y del PP —mucho más que en Moncloa— contemplaban con cierta inquietud este tipo de movimientos, de los que estaban al tanto, pero no les quedó otra que dejar hacer a sus barones, que como gobernantes han demostrado ser capaces entenderse en lo esencial a base de orillar lo accesorio y meterse en camisas de once varas.

El Foro Santiago, la alianza de presidentes de lo que Revilla denomina «la España real2, tiene clara vocación de permanencia. Lo han reconocido varios de los protagonistas y lo remarcó el presidente de la Xunta. Más allá de contribuir al logro de una financiación autonómica "más justa y solidaria", puede ser útil para la defensa de posiciones comunes en muchos otros ámbitos y para seguir articulando fórmulas de colaboración interterritorial. Se presenta como un ejemplo de lo que ha de ser la auténtica cogobernanza, esa forma de gobernar el país de todos, entre todos y para todos, a partir de la idea de que las autonomías no solo son Estado sino que constituyen la pieza esencial, el esqueleto, que lo soporta y además lo hace visible cuando un habitante de la España vaciada se pregunta dónde está o para qué sirve.

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