Opinión

La decisión de Formoso

Aunque casi hasta ayer parecía remiso, lo cierto es que nunca lo descartó. Ahora ya lo da por seguro. Valentín González Formoso será el candidato del PSdeG a la presidencia de la Xunta en 2024, o cuando toque. Tal como exigen los estatutos del partido, habrá un proceso de primarias, aunque acaben siendo en este caso un mero trámite para refrendar su candidatura. De aquí a entonces, salvo catástrofe, el alcalde de As Pontes y presidente de la Diputación de A Coruña habrá asentado su liderazgo y difícilmente podrá surgirle un oponente que sea algo más que un esparring. Entre sus colaboradores cunde el convencimiento de que los sectores que no le apoyaron cuando conquistó la secretaría general —no sólo los afines a Gonzalo Caballero— serán incapaces de presentar una alternativa mínimamente sólida, si bien no sería descartable que surgiese una candidatura testimonial que a fin de cuentas tan sólo serviría para reforzar la imagen de un Formoso ganador.

Lo que podría parecer un cambio de actitud, que Formoso dé justo ahora un paso adelante, responde a la evidencia de que la marcha de Feijóo a Madrid abre un nuevo escenario político en Galicia, en el que se acrecientan notablemente las posibilidades de que la izquierda pueda conquistar la Xunta. Los socialistas, como el Benegá, no aspiran a ganar las elecciones aunque su rival ya no vaya a ser Don Alberto, sino Alfonso Rueda. El PP, por el tirón de la marca y el efecto Feijóo, será nuevamente la fuerza más votada, como lo es siempre con independencia de quien sea el cabeza de cartel de los populares. De no obtener la mayoría absoluta, y salvo que tenga una fuerza afín en que apoyarse (leáse Vox), habrá bipartito progresista. Va de suyo. Formoso se sabe obligado a dar el ‘sorpasso’ al nacionalismo para que el PSOE presida la Xunta por tercera vez. De no ser así, a pesar de volver al Gobierno autonómico, para los socialistas sería un mal resultado y para su nuevo líder, un gran revés que le pasaría factura.

Desde el punto de vista estratégico, Formoso aspira a ser al PSOE gallego lo que Feijóo al PP nacional, un líder moderado, capaz de recuperar a su clientela más fiel y de pescar en los caladeros electorales de centro y en la abstención. En la actual dirección de los socialistas gallegos tienen claro que el mensaje de Gonzalo Caballero, por demasiado izquierdista, ahuyentó a un parte del electorado de centro izquierda sin conseguir a cambio atraer apenas a votantes de un rupturismo en descomposición. Al mismo tiempo, porque así lo plantea su líder, no dudan en reconocer algunos logros de la Xunta del PP, con quien estarían dispuestos a alcanzar acuerdos de país para que cunda la idea de que el ‘nuevo’ PSdeG es un partido de gobierno institucionalmente comprometido. Claro que para ello han de contar con un interlocutor, del que ahora carecen y que asuma también que el diálogo y el consenso desde propuestas constructivas fortalecen casi en la misma medida a quienes mandan y a los que se oponen. 

Hacer propuestas razonadas y razonables es lo propio de una oposición que no quiere ser la del no por el no, ni un puro recambio, sino una verdadera alternativa

Para afianzar la oferta de moderación, Formoso empieza a marcar distancias con el Bloque. Cogobiernan en tres de las cuatro diputaciones y en muchos ayuntamientos. En ese ámbito y desde hace años se entienden a la perfección, gracias a un respetuoso y equitativo reparto de funciones. Ahí la convivencia ha sido provechosa para ambos. Sin embargo, a nivel autonómico cada vez hay menos coincidencias y más confrontación, que no se van a atenuar, sino al contrario, en los próximos meses. Además en el PSOE gallego escuece, y mucho, la actitud crítica del único diputado nacionalista frente Gobierno de Sánchez. Al tiempo, el PSdeG tiende puentes con sectores económicos y sociales que se sienten desatendidos por la Xunta, en el marco de un proceso de revisión rigurosa y muy crítica de la labor de gobierno de Feijóo. Hacer propuestas razonadas y razonables es lo propio de una oposición que no quiere ser la del no por el no, ni un puro recambio, sino una verdadera alternativa.

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