Opinión

Aquel PSdeG del 82

El PSOE gallego de octubre de 1982 tenía más bien poco de felipista. Por lo menos en la cúpula y en sus estructuras orgánicas. En marzo el Pesedegá había reelegido como secretario general a un Paco Vázquez que parecía más cercano a lo que luego sería el ‘guerrismo’ que a las tesis de Felipe González, de quien con el paso del tiempo llegaría a distanciarse hasta casi el enfrentamiento. A los pocos meses, la pugna entre Santiago y A Coruña por la capitalidad autonómica detonó una grave crisis, una más, en el seno de un partido al que se irían incorporando militantes y cuadros procedentes tanto del PSG de Xosé Manuel Beiras como del PCG de Anxo Guerreiro. Vázquez puso por delante su coruñesismo y renunció al liderazgo de los socialistas gallegos para acabar siendo alcalde de A Coruña. Le sustituyó el ourensano Antonio Rodríguez, tras derrotar al nacionalista Miguel Barros en una pugna que reabrió heridas internas que nunca llegarían a cicatrizar del todo. 
Orgánicamente débil y casi partido en dos.

Así afrontó el PSdeG aquellas elecciones generales en las que a nivel nacional arrasaría Felipe. Galicia aportó su grano de arena a la rotunda victoria del PSOE, al obtener un 33 por ciento de los votos de los gallegos, que se tradujeron en 9 diputados. Aquí los grandes triunfadores fueron Fraga y su Alianza Popular (hoy PP) que de ese modo consolidaban la posición hegemónica que habían conquistado apenas un año antes, en 1981, al ganar por sorpresa las primeras elecciones autonómicas, que anticiparon el declive de la UCD. Por el plus que da el poder, los socialistas mejorarían resultados en 1986, 1989 y 1993, alcanzando los 12 escaños, si bien no lograrían empatar con los conservadores hasta 2019, con Pedro Sánchez de candidato y Gonzalo Caballero de líder regional.

En marzo de 1982 el Pesedegá había reelegido como secretario general a un Paco Vázquez que parecía más cercano a lo que luego sería el ‘guerrismo’ que a las tesis de Felipe González

Un por entonces jovencísimo Alberto Núñez Feijóo votó a Felipe González en aquellas elecciones del 82. Lo hizo «por convicción» y a día de hoy asegura que volvería a hacerlo. El futuro presidente de la Xunta, con 21 años recién cumplidos, tenía inquietudes, aunque no militaba ni participaba en la política activa. Sin embargo, se sentía ideológicamente cercano a aquella generación que, desde la socialdemocracia, desde un progresismo moderado y pragmático, se proponía hacer que en poco tiempo a España no la reconociera ni la madre que la parió. Como Feijóo, alguno de sus más cercanos colaboradores, confiesa en privado que aún seguía votando a González años después, más por química, por lo atractivo de su carisma, que por ideología. 

De aquel PSdeG de 1982 apenas quedan algunos veteranos militantes y unas cuantas viejas glorias que abandonaron hace ya tiempo la primera línea. La mayoría de quienes ahora la ocupan, los actuales dirigentes y cargos públicos, eran unos pipiolos por aquellas fechas o ni siquiera habían nacido. Aunque hay varias, la excepción más relevante es Abel Caballero, afiliado al PSOE solo dos años antes y que como tantos otros había militado en el PCE. El alcalde de Vigo, como diputado del PSdeG primero por A Coruña y después por Pontevedra, compartió la mieles del 28-O con el mismísimo Felipe González, que le nombraría ministro de Transportes en 1985. Caballero posiblemente es hoy más felipista que lo era entonces. Está en plena sintonía con este Felipe de ahora, que como el propio Abel, parece haberse transmutado en alguien que no se votaría a sí mismo cuarenta años atrás.

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