Opinión

A por el quinto

Santalices, que es casi tan albertista como baltariano, acaba de decir en voz alta lo que piensan casi todos los dirigentes y cargos públicos del Pepedegá, aunque públicamente se lo callen: Feijóo debería presentarse a un quinto mandato. La sucesión puede esperar. No corre prisa. Y, por lo que dicen los estudios de opinión, de momento el presidente mantiene un elevado nivel de aceptación, tanto entre quienes lo votan como entre aquellos que se inclinan habitualmente por otras opciones políticas. Lejos de acusar el lógico desgaste de doce largos años en el poder, su imagen de buen gestor permanece casi intacta, al igual que su valoración entre los sectores sociales y económicos más influyentes del país. Por tener, hasta tiene buena prensa aquí y en el resto de España. Le tratan bien, o al menos con respeto, incluso los medios menos afines a la derecha, algunos de los cuales por momentos aún parecen empeñados en que el presidente de la Xunta dé el salto a la política nacional.

Faltan casi tres años para las próximas elecciones autonónicas, una eternidad en política. Antes habrá varios test electorales, empezando por las municipales de 2022 y unas generales. De sus resultados en Galicia se podrán extraer conclusiones que sin duda pesarán lo suyo en el aspecto puramente político de la decisión que ha de tomar Feijóo. Porque también hay un factor humano que no se ha de perder de vista. Cuenta la edad, la situación familiar y sobre todo la motivación personal. Habrá que ver hasta que punto le apetece seguir y casi eternizarse en el cargo, asumiendo unas cargas que no tienden a aligerarse, sino al contrario. Es natural que Feijóo haya ido perdiendo buena parte de la ilusión con la que en su día ocupó el despacho presidencial en San Caetano. Y es humano que le apetezca cerrar ese capítulo para abrir otro, más llevadero, sin dejar necesariamente la política.

Nacionalistas y socialistas trabajan a día de hoy únicamente con la hipótesis de que será a don Alberto a quien tengan que enfrentarse sus candidatos

Aunque ‘feijoologos’ en sentido estricto no hay, entre los observadores y analistas de la vida política gallega que dicen conocerle bien se extiende la convicción de que Feijóo está por la labor de volver a presentarse. No tiene tomada la decisión porque nada le apremia. Hay margen. Sin embargo, su predisposición es intentar un nuevo triunfo electoral, una quinta mayoría absoluta que en su caso supondría romper el techo de Fraga, que obtuvo cuatro, y situarse entre los políticos autonómicos —porque en el ámbito estatal algo así es impensable— que más veces y con mayor claridad han obtenido el respaldo mayoritario de sus conciudadanos. Se consagraría como una máquina de ganar elecciones, un triunfador. Hasta ese momento no habría perdido ninguna de aquellas citas electorales a las que se presentó como candidato, todo un hito.

En la oposición no manejan otro escenario. Nacionalistas y socialistas trabajan a día de hoy únicamente con la hipótesis de que será a don Alberto a quien tengan que enfrentarse sus candidatos y los del resto de las fuerzas o plataformas políticas que acaben concurriendo a las urnas en 2024. Unos y otros ven muy remota la posibilidad de que el PP cambie de cartel. No ocultan que lo celebrarían, al estar seguros de que habría muchas más posibilidades de desalojar a la derecha de la Xunta. Lo que no reconocerán es que, una vez más, su guerra será otra. Benegá y PSOE volverán a medirse en ese duelo particular en el que se decide el estatus de segunda fuerza. Claro que es más que probable que vuelva a ser una batalla a tres, si la plataforma que está pariendo Yolanda Díaz sale medianamente bien parada del primer envite al que ha de concurrir. Hasta cierto punto es comprensible que le deseen éxito, aunque sea relativo. De lo contrario tal vez tendrían que vérselas, en la palestra gallega, con la hoy vicepresidenta segunda y la mejor valorada de los miembros del gobierno de Sánchez. Y no es moco de pavo.

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