Opinión

Traidor traicionado

SUCEDE MUCHAS veces que al traidor se le paga con su misma moneda. Así ocurrió hacia el año 150 a.c. cuando el cónsul romano Escipión pactó con tres nativos para que dieran muerte al rebelde lusitano Viriato, a cambio de una importante recompensa. Cumplido el mortal encargo, sus autores se presentaron ante Escipión, reclamándole el pago de la deuda, a lo que el político romano respondió, sin inmutarse, que "Roma no paga a traidores".

Un antiguo refrán, recogido por Mateo Alemán y por Cervantes, dice que "aunque la traición aplace, el traidor aborrece". Y, como confirma la historia, "ningún sabio pensó que se pudiera confiar en un traidor".

El caso de Judas es igualmente significativo, por ser uno de los doce apóstoles o "pescadores de almas" que traicionó y entregó a Jesús, después de haber pactado con los sumos sacerdotes, la recompensa de "30 monedas de plata". Consumada su traición, la perfidia de su acto le impulsó, según San Mateo, al "suicidio por ahorcamiento".

No puede, pues, sorprendernos que quienes actúan como traidores sean después víctimas de su traición. Éstos no tienen ningún derecho a quejarse cuando su conducta sirvió más para derrotar a un rival político común, que su coincidencia ideológica con el vencedor. Éste suele pagar a los que así le eligieron con la misma moneda que utilizaron ellos para apoyarle.

Quien después de obtener el poder elige a sus más afines correligionarios, no traiciona ni a sus principios ni a los que, desde distintas e incluso contrarias posiciones, contribuyeron a su triunfo.

Promover una moción de censura con 84 escaños y conseguir 180 para derrotar al anterior Presidente el Gobierno, no puede lograse con los votos propios y sí con la ayuda de los que podríamos llamar votos "advenedizos" u "oportunistas".

Ante ese panorama, los que no fueron llamados a formar parte del nuevo gobierno, no pueden considerarse ni traicionados ni pueden hablar de engaño, pues si, "el que avisa no es traidor", el actual Presidente del Gobierno anunció, públicamente, que, llegado al poder, formaría un gobierno "monocolor" y éste es el modelo elegido para la composición del actual gobierno.

Finalmente, al traidor que no se le paga la recompensa prometida o la por él esperada, nada tiene que reprochar ni exigir al que se la niega, por haber éste actuado de la misma manera y en correspondencia a la conducta de aquél.

Si "el que a hierro mata, a hierro muere", el que comete traición se expone a ser víctima de su mismo comportamiento. Responder de los propios actos es exponerse a sufrir sus consecuencias y a recibir el mismo trato que él empleó con los demás. En resumen, el que "hace lo que no debe" se convierte en "deudor de lo que hace", pues nadie puede ir contra sus propios actos.

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