Opinión

Nada hay original

Nada es original salvo la vida, que es única e irrepetible, pues la vida no tiene una segunda oportunidad y es evidente que no se tiene más vida que la que se tiene

Solo del primer hombre podemos decir que nadie dijo nada antes que él. De los demás es muy difícil que se pueda decir yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser porque, efectivamente, en la vida es más fácil la imitación, la moda, la costumbre y el hábito que la facultad creadora o inventiva del hombre.

Por eso, cuando Octavio Paz, el escritor mexicano, dice que nunca se va tan lejos como cuando no se sabe a dónde se va, repite lo que ya había dicho, con esas mismas palabras, el político y militar británico Oliver Cromwell. Esto nos demuestra lo difícil que es la originalidad y el acierto del aforismo nihil novum sub sole, nada hay nuevo bajo el sol.

No cabe duda de que la imitación es la regla de la convivencia, pues es más fácil imitar que crear. Por eso se dice que la costumbre es como una segunda naturaleza, que se sigue como algo propio y habitual, pero sin pensar ni reflexionar sobre su origen.

Al sociólogo y filósofo francés Gabriel Tarde se deben las leyes de la imitación. Para ese autor, la imitación es el motor que impulsa la conducta del hombre; es la tendencia a copiar los modelos que se nos presentan. Por eso, para Tarde, todo fenómeno social tiene su base o sustento en la imitación. Sin la imitación, el comportamiento del ser humano sería instintivo-biológico, reducido a las necesidades del ser humano, según cada etapa de su vida. Según este autor, el fenómeno criminal, como toda manifestación social, es un proceso de imitación reprobado por el grupo social como negativo.

Admitir que existe en el delincuente una inadaptación social, una predisposición psíquica o biológica hacia el crimen parece considerar al grupo social como un medio de imitación negativo. Esto, como se ve, no es caer en el determinismo social.

El crimen no nace por evolución ni por imitación, como lo demuestra el fratricidio de Caín y Abel.

La predisposición al crimen llevó a Cesare Lombroso a defender la existencia del delincuente nato, es decir, como un ser atávico, idéntico al loco moral.

Finalmente, nada es original salvo la vida, que es única e irrepetible, pues la vida no tiene una segunda oportunidad y es evidente que no se tiene más vida que la que se tiene, pues no existe ni recambio ni otra de repuesto.

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