Opinión

A la moral por el terror

LA MATANZA de menores y adolescentes en Manchester por obra de un terrorista yihadista suicida que causó 22 muertos y 59 heridos entre los 21.000 menores que asistían al concierto de la cantante de 23 años Ariana Grande, nos demuestra el grado de crueldad al que puede llegar el fanatismo religioso, pues tan espantosa masacre fue reivindicada por el estado Islámico y justificado por considerarlo "un desvergonzado concierto".

Esa masacre, cuyo autor fue calificado por el estado Islámico, como "un soldado del califato" y su acción como un "escarmiento a los adolescentes pecadores", nos mueve a la más enérgica condena de actos semejantes que persiguen mediante el terror moralizar la vida y costumbres de las personas. Si grave es calificar de mártires a los que se inmolan matando a infieles, según el radicalismo de la ley coránica, más grave es, si cabe, hacerlo con el propósito de que sirva de escarmiento para purificar y mejorar las costumbres que no se ajusten a sus injustos rigorismos que atentan contra la libertad y la dignidad de las personas.

No puede admitirse que por haberse producido en la historia de la humanidad la existencia de un ‘salvador’ que, pese a predicar el amor entre sus semejantes y ofrecer la otra mejilla, fue crucificado, se deba tratar de conseguir el imperio de la bondad y del bien, mediante la amenaza o proclamando y defendiendo la muerte y el terror. Moralizar, mediante el exterminio, es justificar el holocausto de los disidentes.

Realmente, tener que recurrir a la defensa del bien por el temor a las represalias que puedan esperarse de la ‘divinidad ofendida’ es no reconocer la superior importancia del amor al bien sobre el temor al castigo. Tanto la Biblia como el Corán relatan y justifican el castigo divino sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra por su supuesta corrupción de costumbres. La expresión "obrar el bien por temor de Dios" es considerarlo un juez rencoroso y vengativo, cuando la propia Iglesia reconoce que "Dios es amor" y, sobre todo, que lo contrario sería tanto como cuestionar la bondad y eficacia del misterio de la redención. a la vista de lo anterior, no puede sorprendernos que el Padre alonso Getino de la orden de Predicadores haya cuestionado "la eternidad de las penas del infierno"; porque, evidentemente, no se correspondería con un ser justo y bondadoso.

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