Opinión

Asalto al Capitolio

La democracia es el sistema de gobierno menos malo de todos los posibles, con lo que se demuestra la verdad del viejo adagio de que lo mejor es enemigo de lo bueno

El asalto al Capitolio por parte de los seguidores de Donald Trump constituye un claro ejemplo de los riesgos y peligros que supone, para la democracia, el cesarismo, pues es evidente que la divisa América primero que, con tanto fervor como hipocresía, enarbolaba el expresidente Donald Trump era una máscara que encubría la verdadera faz de su espíritu cesarista, supremacista y antidemocrático.

Precisamente, la idea de que la esencia de la democracia consiste, principalmente, en asegurar la regular y pacífica alternancia en el poder es la idea que refleja en sus palabras Karl Popper, cuando dice, "ustedes pueden elegir cualquier nombre para dos tipos de gobierno. Personalmente, llamo al tipo de gobierno que puede ser eliminado sin violencia, democracia y al otro, tiranía". Esas palabras vienen a evidenciar que la esencia de la democracia no solo consiste en la elección de sus representantes por parte de los ciudadanos de manera libre, periódica y secreta, sino también, en asegurar su transición, relevo o alternancia en el poder en las mismas condiciones de regularidad, seguridad y aceptación.

Cuando no existe la alternancia en el poder o esta no se produce regular y pacíficamente, la democracia fracasa o no existe. Precisamente, la elección y la posible alternancia en el poder de forma pacífica, ordenada y periódica son las ideas básicas de una democracia firme, segura y duradera. Cuando esos principios fallan, triunfa el cesarismo o defensa del poder por el poder y no por el servicio al pueblo y a sus decisiones libre, periódica y pacíficamente expresadas.

Por eso, la democracia es el sistema político de gobierno menos malo de todos los posibles, con lo que se demuestra la verdad del viejo adagio de que lo mejor es enemigo de lo bueno.

Todo lo anterior conduce a la conclusión de que la democracia es tan difícil conservarla y mantenerla como conseguirla o alcanzarla. No basta, en consecuencia, la libertad de elección; es necesario el respeto y la aceptación al resultado y el servicio al proceso para que el sistema democrático no se debilite o destruya.

En definitiva, tan importante como lograr la democracia es poder disfrutarla larga y pacíficamente.

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