Opinión

Aburrirse no es un lujo

El ocio no es vicio y el aburrimiento no es lujo, pues tanto uno como el otro nos permiten llenar de contenido nuestras vidas 

"La vida es demasiado breve como para que podamos aburrirnos", decía Nietzsche. Por eso, tanto Newton con la ley de la gravedad, como Descartes con su obra El discurso del método, deben al aburrimiento, respectivamente, la autoría de dicha ley y de la citada obra, pues como dice la sicóloga británica Sandi Mann, en su obra El arte de saber aburrirse, el aburrimiento puede ser una fuerza poderosa, motivadora, que infunde creatividad, pensamiento y reflexión.

También se dice que Adam Smith concibió su obra La riqueza de las naciones simplemente para pasar el tiempo mientras acompañaba a un noble fuera de su patria. "No cabe duda de que el aburrimiento aclara la mente", como dijo Henning Beck y, según dicho autor, "las buenas ideas surgen cuando dejas que la mente fluya libre, no cuando estás concentrado". 

Si la gran paradoja de la vida es que trabajar es bueno pero malo tener que trabajar, también es cierto que saber qué hacer es bueno pero todavía lo es más saber qué hacer cuando no se tiene nada que hacer. Por eso, la gran paradoja del ocio consiste no en no hacer nada, sino en no saber qué hacer, cuando no se tiene nada que hacer.

En resumen, puede decirse que el ocio no es vicio y el aburrimiento no es lujo, pues tanto uno como el otro nos permiten llenar de contenido nuestras vidas para que en vez de darle años a la vida le demos vida a los años.

Lo anterior nos confirma que gran parte de los éxitos de la humanidad se debieron a hallazgos o descubrimientos que fueron para sus autores fruto de la reflexión más que de la acción y, como es sabido, la reflexión exige sosiego y esfuerzo mental pero no físico. Por eso, en la antigüedad el trabajo era exclusivo de los esclavos pero no de los ciudadanos. Solo Hesíodo en su obra Los trabajos y los días le dice a su hermano Perses "el trabajo no es ignominioso, solo la ociosidad te produzca vergüenza". 

Se puede decir que llenar el ocio es un lujo pues exige genio, ingenio y creatividad; en cambio, el tedio y el hastío son siempre cómplices de la ociosidad.

Finalmente, es evidente que la ociosidad es incompatible con la vida, pues esta es esencialmente actividad; en cambio, la muerte se equipara a lo inerte, es decir, a lo que no se mueve ni tiene movimiento, pues, como ya dijo Einstein, "nada existe mientras algo no se mueve". 

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