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Morir de hambre

*"MIMÁ, ESTA señora es una máquina de ganar elecciones". Eso es lo que piensa usted de Susana Díaz. Lo cree porque es el mensaje que repiten una y otra y otra vez ella y quienes la apoyan, empezando por los líderes socialistas que gobernaron España en los buenos tiempos de Georgie Dann, cuando el Precámbrico: "Apoyamos a Susana porque ella sabe ganar elecciones". Yo también lo creía. imaginaba que había ganado un montón de elecciones como alcaldesa, como cabeza de cartel provincial en unas generales, liderando una lista al Senado, o algo, hasta que un día me dio por comprobarlo. Resulta que en toda su vida solamente encabezó una lista en unas elecciones, las autonómicas de 2015 y las ganó, sí, pero cosechando el peor resultado de la historia del socialismo andaluz. Sacó un 35,3%, así, a lo loco, como Marine Le Pen en Francia. Necesitó cuatro sesiones de investidura para conseguir la presidencia. Desde entonces, el PSOE ha bajado en Andalucía, hasta el 31,2 de las últimas generales, que allí las ganó el PP.

Lo que eligen hoy los socialistas, gane quien gane, es al perdedor que dirigirá el partido los próximos años. Ni Patxi López ni Pedro Sánchez han ganado unas elecciones en su vida. López fue lehendakari tras quedar segundo y pactar con el PP. Sánchez también perdió, y por goleada, las dos elecciones a las que se presentó, así que tampoco es que el cartel sea de gran calidad.

Tienen otra cosa en común los tres candidatos: han vivido toda la vida de la política, con la probable excepción de Pedro Sánchez, que jugó en el Estudiantes hasta los 21 años mientras hacía la carrera. Nunca ejercieron sus profesiones. Ninguno de ellos sabría hacer algo fuera del partido, salvo meterse en una puerta giratoria.

Sanchistas y susanistas prometen que unirán al socialismo, pero no creo que lo intenten ellos...

El otro día me contó un amigo que en la aldea de su padre, como en tantas de Galiza, tener un cerdo era un signo de distinción. El caso es que su padre era incapaz de matar a un animal a sangre fría. No soportaba esos gritos y toda aquella sangre, así que decidió matarlo de hambre. Calculó lo que el animal tardaría en morir y unos días antes de San Martiño le suprimió la comida y la bebida. Al pobre bicho no le sacaron ni medio gramo de tocino. Pues eso es lo que deciden hoy los socialistas: si el ganador consigue matar de hambre al partido antes de que el perdedor lo asesine.

Si el resultado es ajustado, unos y otros se medirán otra vez en un congreso que puede ganar el perdedor de hoy, o la perdedora. Y luego vienen en cascada todos los congresos en federaciones autonómicas, provinciales, comarcales y locales, muchos de los cuales también ganarán los que pierdan hoy. Así que la tragedia está servida. Sanchistas y susanistas prometen que unirán al socialismo, pero no creo que lo intenten ellos, que son los que lo han roto en dos. El único que quiere unir al partido es Patxi López, pero el partido no quiere unirse a él, así que la cosa se le ve complicada.

Conozco a varios partidarios de Pedro y de Susana. Unos y otros quieren más que ganar. Desean la defenestración del rival y de quienes lo apoyan. Todos creen que si gana el otro, el partido está muerto, y puede que todos tengan razón. Sólo conozco a uno que es de Patxi López, un romántico. El viernes me lo encontré en la TVG, que iba él a defender a Patxi en un debate y le dije la verdad. "Ti vés aquí a morrer dun suicidio".

Los tres saben que perderían unas elecciones frente al PP, entre otras cosas porque ninguno es experto en ganar. Y los militantes saben lo que eligen. Una oposición frontal a Rajoy y un pacto con Podemos y si gana Sánchez, o una actitud condescendiente con el PP si gana Díaz. Eso les llevará de vuelta al día anterior a aquel Comité Federal en el que echaron a Sánchez entre gritos y llantos y quedaron más camisas desgarradas que en una boda gitana.

Tal como está el PSOE no hay quien lo recomponga. Sanchistas y susanistas se miran mal cuando se cruzan por la calle y ni unos ni otros están dispuestos a aceptar la derrota. Pretenden alargar la batalla en el próximo congreso y mantenerla ciudad a ciudad y pueblo a pueblo. Quien gane exigirá una lealtad que no está dispuesto a ofrecer si pierde. Las espadas seguirán en alto hasta que el partido muera de hambre, o hasta que gane alguien con la suficiente fuerza como para descabezar al otro, algo que no sucederá a corto plazo. Esto es sólo el principio del mayor drama que se recuerda desde lo de la UCD. No digo yo que el PSOE vaya a desaparecer, pero sí que corre el riesgo de acabar como acabaron los socialistas en Grecia o en Francia: desplomados. Es lo que tiene la desunión y el rencor entre hermanos. Ésta ha sido la campaña del odio. No se había visto tanta agresividad en un político desde que Ricardo Sáenz de Ynestrillas se lió a tiros con el camello que se negó a fiarle un gramo de cocaína.

*Artículo publicado en la edición de papel del domingo 21 de mayo de 2017

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