Opinión

¡Socorro, soy madrina!

SUCEDIÓ a principios de verano. Una calurosa tarde del mes de julio, con la resaca nublándome el juicio y a punto de regresar en mi viejo Seat Ibiza 1.9 TDI hacia Santiago, mi cuñada y mi hermano tuvieron la feliz idea de decirme que sería la madrina de su hija. No fue una pregunta, siquiera una sugerencia, era un hecho consumado que se limitaban a anunciarme. En lugar de alegrarme, que es lo que hace la gente normal, insistí mucho en la obligatoriedad de la medida e incluso comenté una posible renuncia de última hora, en plan Santi Vila. Todos los esfuerzos de diálogo, hasta las amenazas de usar las fuerza de represión, fueron en vano, y me vi completamente abocada a la declaración unilateral de amadrinamiento. Fue una declaración triste, porque tantos ellos como yo, sabíamos que haberme escogido a mí era más fruto de lo que los ciudadanos o familiares esperaban de ellos (mis hermanos son padrinos cruzados de sus dos primeros hijos) que de una decisión sustentada sobre el peso de la razón. Me los imaginé tomando la decisión, abrazándose bajo las sábanas e intentando evitar las lágrimas delante de su hija mayor: "Vamos a tener que decírselo a Diana", "No queda otra". Me entró un poco la risa tonta al verlos como dos pobres infelices a punto de tirarse por un acantilado. Cualquier persona que me conozca durante más de una semana sabe que a mí me caen mejor los animales que los niños. De hecho, me da menos miedo cualquier animal salvaje que un niño con pañales. Estaba claro que la lógica no los acompañaba, yo no era la mejor opción, ni siquiera una buena opción para liderar ese puesto.


Manos de bebéToda estaba en mi contra pero no iba a tirar la toalla. Observé detenidamente a las madrinas de mi alrededor y la cosa fue a peor. Vi que la mayoría se dedicaban a comprar muchas cosas, la mayoría con precios de más de dos ceros detrás, y a mí aquello de inducir a las criaturas en el capitalismo salvaje no me iba. Tengo poco dinero y el Ibiza necesita un ABS nuevo. Seguí buscando respuestas desesperadamente y, a pocas semanas de estrenar de mi nuevo cargo, decidí preguntarle a Google "para qué sirve una madrina". Fue el buscador el que me indicó el camino a seguir a través de la web Catholic-Link: el camino del Señor.

Nada más empezar el texto leí "Si te han pedido que tú seas madrina o padrino, te invitamos a que ofrezcas esa tremenda misión al Señor. Él te dará lo necesario para acompañar a tu ahijada por el camino de la fe". Encargarle la misión a otro me pareció la idea más sensata. Estaba más cerca de la Biblia que nunca. Pero el texto detallaba una serie de normas.

1)Tu vida es tu currículum. "Como madrina has sido elegida por los padres más que por tu relación con ellos, por tu vida, por cómo vives tu fe". Espero darle el ejemplo de que para ser feliz conviene hacer lo que a una le dé la gana, sin temer los juicios ajenos.
2) Das el mejor regalo. "No esperáis que nuestra madrina o padrino nos de un regalo especial para navidad (…) el mejor regalo que puedes darle a tu ahijado es el regalo de la fe". Le voy a regalar toda la fe en el feminismo y en el ecologismo que le quepa dentro del corazón y la cabecita.
3) No eres un padre sustituto. "Uno no busca padrinos para tener padres de repuesto; uno los busca para que acompañen a los padres y los animen". Esto creo que lo tenemos todos muy claro.
4) Compartes lo mejor que tienes. ¡Libros! (Las Barbies las destrozó su hermana).
5) Permaneces cerca. Siempre estaré ahí pero los domingos que me los respeten, que para algo es el día del Señor.
6) Practicas lo que predicas. Feminazi me hice y Feminazi me moriré.
7) Estás dispuesta a asumir la responsabilidad de forma indefinida. Ahora que estamos, nos quedamos.

Vera nació la noche del 1 de noviembre de 2017, después de 14 horas de parto en que mi pobre cuñada llegó a olvidar que yo era la madrina de su hija. Cuando la tuve en brazos por primera vez lo vi todo más fácil. Arropando toda su pequeña fragilidad, decidí convertirme en su Bélgica, el lugar de escape y de refugio en que no haya condenas, sólo amor y comprensión. La tía sexy y divertida que, según Caitlin Moran, somos esas mujeres que nos relacionamos con los niños de una forma un poquito diferente. Su madrina por (y para) siempre.

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