Opinión

Calladita estás menos bonita

EL DÍA de la Mujer del año 2017 será recordado como el de la visibilización internacional de la lucha feminista y el de la enorme demostración de fuerza de las mujeres de todo el mundo, coordinadas para exigir igualdad y justicia. Por primera vez en la historia, 50 países se sumaron a un paro internacional de las mujeres, que incluía manifestaciones, huelgas y paros parciales en ciudades de Latinoamérica, Europa, Canadá, Rusia, India o Estados Unidos. En ese país, la Marcha de las Mujeres, que nació en enero tras la respuesta de una ciudadana en las redes sociales a la misoginia de Donald Trump, se convirtió en la manifestación más masiva celebrada contra ningún otro presidente en la historia del país, con réplicas en todo el mundo. Más de un millón de personas salieron a las calles para exigir que se respetasen los derechos de las mujeres, de los migrantes y de todas las minorías dentro de Estados Unidos. El germen de este movimiento es el responsable del ‘Día sin Mujeres’ del 8 de marzo, que consiguió el cierre de todas las escuelas de la ciudad de Alejandría, en Virginia, por falta de personal.

En España, las guerreras de Sol dieron por finalizada la huelga de hambre que mantenían desde hace un mes. En el inicio de un año, 2017, que ya ha superado la media de asesinatos de la última década. El 9 de febrero, ocho mujeres valientes dejaron sus casas y sus vidas y se instalaron en la madrileña Puerta del Sol, para exigir un Pacto de Estado contra el machismo. Tres semanas más tarde, once personas más (nueve mujeres y dos hombres) se sumaron a la protesta. Las activistas del colectivo Ve-la Luz (Asociación Gallega para la Defensa de Mujeres y Niños supervivientes de la Violencia de Género) alcanzaron el compromiso del secretario de Estado de Igualdad y del PSOE para sacar adelante las 25 medidas del documento que las mantenía en huelga. Entre los puntos del documento está la consideración de las madres de hijos asesinados por despecho como víctimas de la violencia machista. También la prohibición de la guardia y custodia y del régimen de visitas a los hijos de los maltratadores y la pérdida total de la patria potestad a aquellos padres que han maltratado a las madres de sus hijos. Ningún maltratador es un buen padre.

Las mujeres feministas de Argentina, uno de los países con mayor tasa de feminicidios del mundo, advertían en su comunicado oficial que “este 8 de marzo la tierra tiembla. Las mujeres del mundo nos unimos y organizamos una medida de fuerza y un grito común: Paro Internacional de Mujeres. Nosotras Paramos. Hacemos huelga, nos organizamos y nos encontramos entre nosotras. Ponemos en práctica el mundo en el que queremos vivir”.

Por su parte, el Movimiento Feminista de Madrid gritaba el lema ‘Juntas y fuertes, feministas siempre’ y ‘Paro internacional contra el heteropatriarcado’. Mientras, el Colectivo Feminista de Pontevedra, que el sábado a las 18 horas realizará una performance en la Praza da Peregrina, sacaba a la calle su pancarta morada que reza ‘Unidas, Diversas y Combativas’ mientras animaba a las mujeres a parar.

La idea de este Paro Mundial era dejar de producir por un día o durante unas horas. Boicotear el sistema aunque fuese de manera simbólica. Parar de realizar no sólo nuestro trabajo remunerado y socialmente reconocido, sino también, y tanto o más importante, parar en casa. Dejar de cuidar, de proteger, de planchar, de limpiar, de alimentar. Hacer visible lo invisible. La red de cuidados femeninos que sostiene un sistema que privilegia el trabajo y el tiempo libre del hombre, mientras multiplica las horas ocupadas de las mujeres, dificulta nuestra total emancipación y perpetúa un cabreo generalizado que, afortunadamente, se extiende por encima de las fronteras y de las consideraciones culturales acerca del feminismo.

Venimos de una larga lucha que no empezó hace dos días. El movimiento feminista, responsable de la consecución del sufragio femenino, la igualdad ante la ley y cierto respeto al control propio de la natalidad, lleva más de 50 años exigiendo igualdad salarial y el fin de la violencia. En el documental ‘She's beautiful when she's angry’ (‘Es bonita cuando está enfadada’) se recoge el testimonio de las grandes feministas americanas de los años 60 y los 70, precursoras de esa tercera ola de mujeres indignadas que empezaron quemando sujetadores y acabaron incinerando sus títulos universitarios en las plazas de Wall Street porque se sentían estafadas. Quemaban sus títulos para exigir los mismos salarios y condiciones laborales idénticas a las de los hombres. En España, en 2017, cobramos 6.000 euros menos al año por el mismo trabajo realizado y soportamos el 75% de los contratos temporales.

Todas las mujeres de las que he hablado en este artículo tienen algo en común: no se quedaron calladas. Porque calladitas, estamos menos bonitas.

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