OBSERVO ANONADADO, una vez más, todo el circo que rodea la vida de Messi. El jugador rosarino, catalogado por (casi) todos como el mejor jugador del mundo y por otros muchos como, simplemente, el mejor de la historia, sufrió nuevamente en sus carnes un nuevo fracaso con su selección, Argentina, y ha visto cómo todos los elogios volcados hacia él en 10 meses brillantes de un fútbol estelar con el Barcelona, se mudan en críticas y desprecios cuando se enfunda la albiceleste.
Como en cualquier derrota, lo más fácil es buscar culpables. ¿A quién podrían importarle las soluciones? Aquí el pueblo argentino lo ha tenido fácil: el culpable es Messi. La gran mayoría suspira por el arrojo y la garra de hombres como Mascherano, Biglia o Rojo y se distancia de Messi porque "es un pecho frío".
Esta situación me recuerda a la época de Clemente en la Selección Española. Esa Furia Roja que acostumbraba a 'ganar' los torneos antes de empezar y que nunca llegaba a nada cuando realmente se cocían las habas. Esa selección estaba llena de 'Biglias' y 'Rojos' y faltos de 'Pastores' o 'Messis'. En cuanto llegó un tal Luis Aragonés y dijo que los bajitos también podían jugar al fútbol, porque a esto se juega con los pies (y con el cerebro), España 'apenas' ganó dos Eurocopas y un Mundial.
Llámenme loco, pero si el problema de la selección argentina es Messi y no los jugadores como Biglia es que el fútbol ha dejado de tener sentido. Igual esto es como las modas, que son cíclicas, y el fútbol de garra y escasa calidad vuelve a estar en auge. Igual Messi debería dejar de ser Messi y parecerse a Biglia. Igual los locos son otros y no yo.
