Opinión

Los buenos y malos de la película

Si algo nos enseñó Hollywood es que hay buenos y malos, y que no hay ninguna dificultad en detectarlos. Salvo en contadas excepciones, sabemos desde el primer fotograma quién va a ser el héroe y quién el villano. La vida, sin embargo, es más jodida. Ahí los buenos empiezan a hacer cosas malas, los malos a hacerlas buenas y nos entra la duda.

¡Ojo!, hasta que llega el fútbol. Gracias a este deporte en nuestro país podemos volver a diferenciar nítidamente a buenos y malos. Es fácil: los buenos son los de tu equipo y sus aliados; los malos, los del equipo rival y los suyos. Por eso vemos situaciones como las de esta semana en las que se ha llegado a criticar la creatividad y el talento -algún gurú del periodismo deportivo nacional se ha atrevido incluso a pedir que los caños, espaldinhas y lambretas se hagan, pero solo a veces, cuando le vengan bien a él-.

El famoso penalti entre Messi y Suárez, añadido a las fintas y regates de Neymar, han reabierto un debate que en realidad no ha dejado de estar latente durante toda la temporada. ¿Qué es genialidad y qué es provocación? Pues es muy fácil. Provocación es todo aquello que hagan los malos y genialidad, lo que hagan los buenos.

√ Djalminha o Ronaldinho eran magos del balón mientras que Neymar es un provocador al que “algún día le va a pasar algo malo”

Así podemos ver cómo Djalminha o Ronaldinho eran magos del balón, mientras que Neymar es un provocador al que “algún día le va a pasar algo malo”. El mismo Ricardinho, mejor jugador del mundo de fútbol sala -dicho por los que saben, aunque viendo un vídeo de él pocas dudas quedan- ha sido endiosado estas semanas por todas aquellas personas que luego critican a Ney por jugadas que a mí personalmente me parecen casi idénticas. Por aquello de buenos y malos, ya saben.

Pero esta gran virtud de ser juez y parte no es exclusiva de uno de los bandos. Hace no mucho tiempo desde Barcelona montaban en cólera por una brutal y despiadada espaldinha realizada por el malvado Cristiano Ronaldo ante el pobre e indefenso Atlético de Madrid, que tuvo que asistir atónito ante tal repobable espectáculo sin comerlo ni beberlo. Cuando fue Ibrahimovic el que deleitó al afortunado público de Son Moix con un magistral toque de espalda, obviamente, todo fueron loanzas desde allá por un gesto técnico grandioso solo al alcance de los dioses. O cuando las hacía Ronnie. Para que nos entendamos, Cristiano es el malo y los otros los buenos.

En realidad, nos guste o no, el fútbol se inventó para tipos así. Tipos que sienten el fútbol como un verbo: correr, pasar, chutar, saltar, luchar, gritar, reír… y hacer, claro. Hacer caños, bicicletas, lambretas, ruletas o elásticas, que para algo EA Sports nos permite en el Fifa mover el joystick derecho del mando sin sentido para que podamos emular a los futbolistas del verdad sin separar nuestro culo del sofá, ni nuestra mano libre de una cervecita bien fría. Sin estas pequeñas cosas el fútbol se convertiría en ese famoso “22 mercenarios corriendo en calzoncillos detrás de un balón”, de igual forma que sin una visión artística algún iluminado podría decir que el David de Miguel Ángel es solo un trozo de mármol.

Dentro de la genialidad, eso sí, yo distinguiría dos acciones. Una, cuando ésta no aporta ningún valor añadido, y otra, cuando sí lo aporta.

El penalti indirecto de Messi sirvió como penúltimo homenaje del barcelonismo a Johan Cruyff. Con él, incluso más que con Kevin Roldán, sí que empezó todo

En el primer caso podríamos situar al escorpión de Higuita, una jugada de la que el peculiar portero no solo no sacó ningún beneficio, si no que pudo haberle costado muy caro. Para la gran mayoría eso fue grandioso eso sí. Claro, porque no era de los malos. No se me ocurriría criticar algo así porque entra dentro del espectáculo y eso para el espectador es oro, pero como entrenador sí que me disgustaría.

En el segundo caso es donde yo situaría el penalti indirecto de Messi. Como demostró el propio Suárez en el partido ante el Sporting, el Barça tiene un claro problema con las penas máximas. El haber sacado y desempolvado del baúl de los recuerdos una acción tan única como olvidada por todos ya, no solo demuestra la capacidad de imaginación de un futbolista irrepetible, sino que se supuso una solución útil -aunque solo para una vez- al discreto acierto del tridente desde los 11 metros, a la vez que servía como penúltimo homenaje del barcelonismo a Johan Cruyff. Con él, incluso más que con Kevin Roldán, sí que empezó todo.

Hasta que salió la gente de la cueva para despreciarlo. Y fíjense qué curioso no fueron los jugadores del Celta que vivieron in situ tal afrenta. Fueron, una vez más, los adalides del bien y del mal, esta vez desde Madrid, los que siguieron velando incansablemente por la justicia divina.

Nunca estaremos de acuerdo, eso está claro. Pero yo cuando tengo dudas en algo así dentro del fútbol me acuerdo de la frase del “sargento de artillería Highway” en El sargento de hierro: “Me puedes robar, me puedes matar de hambre, me puedes dar de hostias, me puedes hasta mear, pero no me aburras joder". Pues eso, que Messi, Neymar y Suárez no aburren precisamente. Y que sigan así por muchos años.

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