Opinión

Sergio Ramírez en España

Un golpe de suerte, o eso me lo parece, es tener la oportunidad de mantener en muy poco tiempo dos encuentros con Sergio Ramírez en su todavía reciente exilio madrileño. Escritor y político, o viceversa, porque es difícil calibrar cuál de estos dos oficios pesan más en su fecunda vida, Sergio se ha visto obligado a abandonar dos veces Nicaragua con una diferencia de prácticamente medio siglo aunque por idéntica razón: defender la democracia para su país. Así de simple.

Acosar a un escritor no debiera dar más pedigrí que hacerlo con cualquier otro mortal. En cualquier caso —Somoza ayer, Ortega hoy— el de perseguidor es un oficio en lo político, pero también en lo humano, detestable que da cuenta de la catadura de quien lo practica. La indignación moral personal contra cualquier represión es la condición imprescindible que precede a nuestro compromiso con las libertades. Dicho esto, reprimir a quien se dedica a la literatura concede una visibilidad muy singular a la razón última de la existencia de todas las dictaduras: perseguir al hombre para dar caza a las ideas.

Ver a Sergio en España, obligado una vez más a dejar Nicaragua, es un diagnostico inapelable y muy amargo de lo que sucede en aquel país

Encontrarme con Sergio en Madrid es un destello de felicidad inolvidable para quien, permítaseme este desahogo personal, tiene prendidas en su vida dos pasiones: la política y la literatura. Él las conjuga ejemplarmente.
También es descubrir al ser humano profundo y humilde que hace más tenebrosa aún la persecución de la que está siendo víctima.

Y al tiempo, ver a Sergio en España, obligado una vez más a dejar Nicaragua, es un diagnóstico inapelable y muy amargo de lo que sucede en aquel país y una potente alerta en torno a que la regresión política en muchos lugares del mundo (Europa no se libra) ha arrasado nuestro sueño de no hace tanto sobre la imparable universalidad de la democracia. Tenemos que protegerla.

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