Opinión

Noviembre 2020, sin alternativa

Aznar inventó en España la oposición sin detenerse en cuestiones de Estado a los gobiernos de Felipe González. Y la inclusión de la política antiterrorista en la agenda de la confrontación fue su doctorado cum laude. Desde ahí, siempre que el PP ha pasado a la oposición, jamás ha querido o podido desprenderse de la estrategia de máxima presión que les legó el sucesor de Manuel Fraga.

Una manifiesta dificultad para aceptar de buen grado la derrota, el intento de bloqueo de todos los ámbitos institucionales que puedan depender de sus votos (véase la prolongada parálisis en la renovación de los órganos constitucionales) y una muy diversa panoplia de temas que acaban siempre por dramatizar cuestiones de tanta sensibilidad como las lenguas, el tratamiento de los derechos ciudadanos o, nuevamente, el recurso al terrorismo etarra pese a que llevemos prácticamente una década sin atentados. ¿Para qué queremos tener alternativa si nos basta con hacer oposición?

Una vez los Presupuestos  aprobados y garantizada la continuidad de la legislatura, la derecha tendrá que volver a su debate de la marmota: ¿moderación o crispación?

Después del verano, el PP se afanó en ofrecer señales de su pretendida apertura al centro, es de suponer que para dejar atrás la foto de Colón con la extrema derecha… para inmediatamente volver a lo contrario. El abrupto cese de la radicalizada portavoz parlamentaria y el rechazo a la excéntrica moción de censura de Vox parecían terreno abonado para intentar una etapa de moderación en la oposición al gobierno. Falsa ilusión. 

El sentido común y la responsabilidad en las cuestiones de Estado le duran al PP poco más que el tiempo que dedica a anunciarlas. En cuanto retoma camino, el aznarismo vuelve con la fuerza de una pulsión irresistible. Baste constatar la ferocidad de los ataques del PP en las ultimas semanas a los pactos presupuestarios (nuevamente el terrorismo como recurso) o el ensañamiento plagado de falsedades en relación con la reforma de la legislación de educación.

Así las cosas, una vez aprobados los Presupuestos y garantizada la continuidad de la legislatura, la derecha tendrá que volver a su sempiterno debate de la marmota: ¿moderación o crispación?

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