Opinión

¿Libres… e iguales?

Ahora que la derecha se ha lanzado a monopolizar el concepto de libertad —como si este no fuese un patrimonio de la democracia— convendría saber qué intentan decirnos porque muchas pistas no dan. Se han quedado en las cañas y los toros, en lo de no darse de bruces con las exparejas y también con la recuperación del comunismo a modo de insulto (como en los viejos tiempos). Mucho no es.

Llegados a este punto, hay que decir que la libertad sin derechos es una contradicción en sus propios términos. Los derechos civiles y políticos son los que, por así decirlo, organizan el modo de vivir las libertades garantizando, no se olvide, la igualdad en el trato que han de recibir todos los ciudadanos más allá de su condición o circunstancias.

Y ahora me viene a la cabeza hasta con vergüenza ajena que en el tardofranquismo los antepasados políticos de nuestros actuales libertarios conservadores no dejaban de darnos el tostón advirtiéndonos que tanta libertad podría acabar en libertinaje; se hacían así de nuevas sobre el pequeño detalle de que la democracia es también un conjunto de reglas que no se pueden traspasar a riesgo de que caiga sobre ti el peso de la ley.

¿Cómo es posible que quienes ahora reclaman con tanta pompa la libertad (como si no existiese), durante los últimos 44 años se hayan quedado al margen de las sucesivas ampliaciones de derechos que ha traído la democracia? Mírese desde la misma legalización de todos los partidos, pasando por el divorcio, el aborto o el matrimonio con quien se quiera y, en esta misma legislatura, el derecho a disponer de la propia vida, a no sufrir inútilmente, por poner solo algunos ejemplos; ninguno de estos avances en derechos ha podido llevar consigo el sello de la derecha que representa el PP (a la que hoy se une de manera enfervorizada Vox). Por lo general, además, nuestros hoy entusiastas libertadores han abusado del toque de trompetas apocalípticas que anunciaban las catástrofes que iban a sobrevenir por tantos excesos. Profecías nunca cumplidas, por cierto.

Una paradoja más de nuestra democracia. Para nuestras derechas, libertades y derechos circulan por vías distintas. Cosas veredes!

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