Opinión

Quince años

TRES LUSTROS. Ese es el tiempo que ha pasado desde esa fatídica mañana del 11 de marzo de 2004, cuando hacia las 7,40 empezaron a hacer explosión las mochilas-bomba colocadas en varios vagones de tres trenes de cercanías de la estación de Atocha de Madrid. El resultado de dicho atentado terrorista no pudo ser más demoledor: 192 personas muertas y cerca de 2.000 heridas, algunas de estas últimas no recuperadas a día de hoy del todo, ni de sus heridas físicas ni, sobre todo, de las psicológicas.

El atentado del 11-M fue el mayor ataque terrorista sufrido, no solo por España, sino por otro cualquier país europeo. Conmocionó y mucho a toda la sociedad. Y eso que esta ya venía de sufrir durante muchos años el otro terrorismo que ha habido en nuestra Nación desde la segunda mitad del siglo XX: el de la banda terrorista ETA. Pero, que en un mismo día, asesinen a 192 personas es de un impacto brutal.

Por eso, el primer recuerdo en este nuevo aniversario del atentado tiene que ser para las víctimas del mismo, para los muertos, para los que sobrevivieron y para los familiares de ambos. Es imposible que para las víctimas el tiempo borre o alivie el dolor por el daño causado. La pérdida de un ser querido, de un padre, de un hermano, de un hijo, no hay nada que lo pueda paliar. Tienes que convivir con ese dolor el resto de tus días.

De ahí que la sociedad, los poderes públicos tengan el deber de no olvidar nunca, de estar siempre, con las víctimas del terrorismo. Además, ese atentado tuvo otro tipo de consecuencias en la vida política de España. La sociedad se dividió, porque los partidos políticos, los responsables públicos, se dividieron. No se trata de discutir ahora si la victoria del PSOE de Zapatero en las elecciones generales que se celebraron tres días después del atentado, se debió a este, a las torpezas del Gobierno del PP en aquellas horas o a cualquier otro factor.

El hecho es que las cosas en España y en la sociedad cambiaron de forma bastante radical a partir de aquella fecha y no precisamente para bien. Tampoco ha ayudado a recuperar esa deseable unidad y cohesión de una sociedad, cuando se producen hechos tan dramáticos, las dudas que todavía existen en una buena parte de las víctimas del atentado del 11-M sobre lo que ha venido en denominarse la autoría ‘intelectual’ del mismo. Es decir, quien o quienes fueron los que lo planificaron y con qué objetivos lo hicieron. Porque la sentencia del juicio que se llevó a cabo en la Audiencia Nacional no aclara ese extremo, y se limita a señalar a los autores materiales del mismo.

Conocer toda la verdad de lo que pasó aquel día es una necesidad ética y democrática a la que tienen derecho todos los ciudadanos y de manera especial, las víctimas del atentado terrorista. Todavía se está a tiempo.

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