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Mucho más que una Diputación

ALGUNOS MEDIOS nacionales bautizaron lo que ayer sucedió en Lugo como ‘tamayazo’ a la gallega, pero quien conozca, aunque solo sea un poco, los entresijos de lo que sucedió en las últimas tres semanas en los tres partidos que provocaron lo ya conocido sabe que no hay parecido alguno. Salvo el resultado, obviamente.

Cuando el culebrón de la Praza Maior terminó, tras sus correspondientes días de melodrama, parecía que ya nada más podía suceder. Que lo peor había pasado y que ya solo quedaba certificar la reedición del gobierno social-nacionalista en la Diputación, con el camino de Juan Carlos González Santín a la presidencia despejado. Con Lara Méndez en la alcaldía, la candidatura de Manuel Martínez no parecía una amenaza, ni siquiera sabiendo de su carácter y de los apoyos que tenía y que sin duda algunos subestimaron.

Pero en política casi nada es lo que parece y hete ahí que, el mismo día que José López Orozco anunciaba su renuncia a la alcaldía de Lugo, desde algunos ámbitos ya se empezaba a advertir de que, mucho cuidado, que a lo mejor Santín no llegaba a la meta. Queda la duda de con qué motivación se lanzaba ese aviso. ¿Santín no tenía realmente el apoyo del aparato, pese a que a él se le hacía saber que sí, y el plan siempre había sido otro -primero Méndez y tras quedarse esta con la alcaldía, una tercera vía-? ¿Lo había tenido y lo dejó de tener tras haber dado pruebas de criterio propio y de político que no se pliega? ¿O fue perdiendo papeletas a medida que los apoyos de concejales y alcaldes a Martínez iban aumentando? ¿Y Martínez? ¿Fue utilizado para ‘destruir’ a Santín con la certeza de que el BNG no lo aceptaría por su imputación y así abrir paso a esa tercera vía? Una imputación que, por cierto, enseguida y oportunamente fue puesta en circulación tras tres años de silencio.

El PSOE echó por la borda unos resultados históricos en Lugo y se enfrenta a una brecha de efectos impredecibles

Si difícil es entender lo sucedido en el PSOE -hasta el ultimísimo momento, cuando, perdida ya la batalla con Martínez, pudo votarle y dejar que fuera el BNG quien entregara la alcaldía a Candia-, no más sencillo es comprender el papel jugado por el BNG. Es una demostración de cómo el tema de las imputaciones se nos ha ido de las manos. Hemos pasado a igualar imputado -sospechoso de un delito- a culpable, en muchos casos sin siquiera haber pasado por la fase de procesado. Aunque los principales responsables han sido los partidos, que convirtieron la imputación en arma contra el adversario.

El BNG no solo gobernó en los últimos años con el imputado Martínez, sino que tiene a un alcalde en la misma condición en A Coruña y en Lugo hay regidores, concejales, militantes y votantes que hoy pasarían por el cuchillo a su portavoz nacional. En algunos círculos hay quien sostiene que la imputación de Martínez era una baza para negociar internamente y que Xavier Vence habló de más en una rueda de prensa. Quizás movido por el ansia y la ingenua esperanza de hacerse con la presidencia de A Coruña a cambio de Lugo y Pontevedra.

Es difícil saber lo que realmente sucedió en uno y otro partido cuando han sido tantos los actores, tantas las versiones y tantos los intereses, pero de lo que no cabe duda es de que se ha visto demasiada maniobra y de que unos y otros han medido muy mal los órdagos. Y de que las consecuencias van a ir mucho más allá de perder poder institucional, puestos de trabajo y dinero para insuflar en las necesitadas economías de los concellos donde gobiernan. Lo sucedido ayer ha abierto ya enormes grietas en el BNG y en el PSOE.

Consecuencias. Es difícil ver algo positivo para el PSOE en lo sucedido, como no sea una oportunidad para regenerar

La situación del BNG es ya tan precaria que quién sabe si esa obsesión por dejar de ser muleta del PSOE al precio que sea, consecuencia del racional miedo a ser fagocitado por las mareas, acaba reportándole algún beneficio. En el PSOE el cuento es muy distinto. Se mire por donde se mire, es difícil ver algo positivo en lo sucedido, como no sea una oportunidad para regenerar, pero de verdad. Hay socialistas que hace tiempo que echan en falta un partido que haga frente a los problemas, a los pequeños y a los grandes, a los locales y a los gallegos; que muestre coherencia entre el decir y el hacer y entre el hacer de unos sitios y el hacer de otros; que no castigue a los críticos y no queme a gente válida, a veces con méritos acreditados, para rodearse de hijos que nunca levantarán la voz al padre, que lleve a cabo políticas que no recuerden a quienes les precedieron y a los que tantas veces vilipendiaron y donde la política la hagan los políticos. Es difícil saber si son muchos los militantes y los votantes que piensan así, pero pocos no parecen a juzgar por las reacciones de apoyo a Martínez. Seguramente pocas veces un díscolo se ha sentido tan respaldado, aunque por supuesto son muchos los críticos con una actuación de tan serias consecuencias y con repercusiones que irán mucho más allá de la frontera lucense.

Porque es evidente que el PSOE ha tirado por la borda unos resultados que en los tiempos que corren pueden considerarse muy buenos. Logró un récord histórico al sumar 28 alcaldías (once mediante pactos o sin mayorías absolutas) en la provincia y al acortar distancia en votos con el hasta ahora hegemónico PP. El PSOE era hasta ahora un partido cohesionado, una formación que en estos tiempos de mareas y nuevas formaciones enarbola la bandera de la seriedad, la responsabilidad y el compromiso con los ciudadanos. Va a ser que en algunos aspectos no son tan distintos.

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