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Sobrevivir a la herencia

A PERRO FLACO todo son pulgas. El símil es vulgar, pero vale para la situación que vive el gobierno lucense. Lara Méndez tomó el mando de la ciudad en las peores condiciones posibles: con un gobierno muy reducido —aunque seguramente el PSOE alguna responsabilidad tiene también de que no fuera posible una coalición—; con un equipo que no era el suyo y al que, como en parte es lógico, le cuesta entregar toda su confianza; y con una corporación muy fragmentada y, por tanto, mucha oposición. Y mucho más trabajo. La existencia de seis grupos políticos no solo exige una buena defensa —son más a dar— y un ingente esfuerzo negociador, sino que inevitablemente genera más burocracia y labor diaria. También para los funcionarios.

Por si el panorama no fuera suficiente complicado, al gobierno no paran de salirle problemas. Y no todos buscados por él. Algunas de las dificultades con las que se ha encontrado o por las que está pasando podría habérselas ahorrado con un poco más de cintura política y de acierto en la gestión, pero otras son fruto de una herencia que a ratos parece envenenada y de la que, por encima, no puede quejarse. Se la han dejado los ‘suyos’. En ciertos asuntos la alcaldesa intenta poner distancia y dejar bien claro que no es ella la responsable de la ‘desfeita’, pero esa actitud ya le ha valido alguna llamada a cuentas del partido. Hace unas semanas, el PSOE convocó una asamblea extraordinaria para que Lara Méndez se explicara, ya que sentía que algunas de sus decisiones dejaban en una posición comprometida al anterior gobierno. Una petición de explicaciones tan legítima como el derecho de Méndez a seguir su propio guión. Si algo quedó claro el 24 de mayo es que los lucenses no deseaban más de lo mismo.

La alcaldesa sabía que asumía un reto difícil, pero seguramente no cuánto 

La alcaldesa sabía que asumía un reto difícil, pero seguramente no cuánto. No eran ni uno ni dos los contratos caducados, sino unos cuantos y algunos desde hace varios años; el problema de los recursos humanos no solo es de escasez y no hay semana en que no salte la sorpresa. Dimisión de Grandío, que llevaba 16 años en el gobierno; entrada de su sustituta sin dedicación plena al Concello; lío en el río por una obra heredada y cuestionada y para la que, por encima, el Concello tuvo que dar un aval a la empresa adjudicataria, según la versión municipal; denuncia de Ace-Eu sobre la supuesta ilegalidad en la tramitación del PXOM; amenaza de que este sea anulado por la misma razón que en Vigo y, lo último, corte de la luz en varios centros municipales durante unas horas por atasco en la revisión de facturas, derivado de un problema de personal.

Y este es, precisamente, uno de los mayores retos a los que se enfrenta la alcaldesa, porque de la adecuada organización de los recursos humanos del Concello dependerá en buena medida su éxito o su fracaso. La escasez de personal en algunos servicios es solo uno de los problemas, quizás el menor. La dificultad está en ganarse y a la vez en gobernar a una plantilla tras lustros sin una verdadera política de personal. O, mejor dicho, con una controvertida política. La prueba está en que el actual cuadro de trabajadores del Concello se parece bastante poco a la relación oficial de puestos de trabajo, el documento que recoge los requisitos para el desempeño de cada puesto y ordena el personal de acuerdo con las necesidades de las áreas. A eso se suma que todavía hay plazas sin convocar de ofertas de empleo de años anteriores, lo que ha contribuido a que algunos servicios sean muy deficitarios, y áreas mal organizadas. Un ejemplo: en la vieja potabilizadora hay cuatro trabajadores sin funciones desde 2011, mientras que para leer contadores hay escasez de efectivos. La prometida funcionarización del personal laboral se quedó por el camino, y luego está el uso impropio y arbitrario que en no pocos casos se hizo de la productividad, lo que dio lugar a enfrentamientos y a vicios.

De la misma manera que hay lastres, en el Concello de Lugo hay grandes profesionales, hay que decirlo, pero la necesidad de una ordenación de los recursos parece fuera de toda duda. Sobre todo a la vista de los retos a los que se enfrenta, como la definitiva y obligatoria implantación de la administración electrónica.

Lugonovo propone una dirección general de personal que siente las bases y dirija con todas las consecuencias y de forma permanente. Es su punto de partida para seguir sosteniendo al minoritario gobierno, ya que cree que ahí está la piedra filosofal. El equipo de Méndez parece estar pensándoselo. Tendría la ventaja de dejar el espinoso asunto en manos de un profesional. Aunque la fórmula encontrará, con toda seguridad, muchas resistencias. Para empezar, entre la propia plantilla.

Artículo publicado en la edición impresa de El Progreso del domingo13 de diciembre.

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