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Mujeres y poder

LAS ELECCIONES del 24 de mayo provocaron unos cuantos cambios en el panorama político y uno de ellos es lo que ha dado en llamarse feminización de la política. El calificativo aún le queda muy grande, estamos lejísimos de tal circunstancia, pero el hecho de que un puñado de mujeres hayan accedido a cargos de representación y de dirección es desde luego una buena noticia. No para todo el mundo, hay que decirlo. A mucha gente, hombres y mujeres, todavía le cuesta mucho recibir órdenes de una mujer o simplemente verla mandando o adelantando al sexo masculino. Se percibe en muchos ámbitos, no solo en política. El machismo es tan intrínseco a algunos que en demasiadas ocasiones la actitud no es la misma hacia una mujer que hacia un hombre aun ejerciendo ambos la misma actividad. Y por supuesto sucede también en política, que sigue siendo un terreno de corbatas. No hay más que ver las reacciones al hecho de que varias mujeres accedieran a alcaldías. Los comentarios despectivos o limitados al aspecto físico suelen ser en voz baja, en círculos de confianza o bajo el anonimato de internet. Sin ir más lejos, a la web de este periódico han llegado varios en los últimos días.

Uno de los cambios que trajeron las elecciones fue más presencia femenina en cargos públicos, hecho a visibilizar


La discriminación femenina sigue tan arraigada en el acervo de este país que a veces incluso asoma en personas nada sospechosas de tener esa actitud. Le sucedió esta semana a la alcaldesa de Madrid. La trayectoria de Manuela Carmena deja poco lugar a dudas de su compromiso con la igualdad a todos los niveles, también de género. Solo hay que mirar su biografía personal y profesional. Sin embargo, provocó un pequeño incendio con su sugerencia de entregar la limpieza de los colegios madrileños a cooperativas de madres. Explicó que, por el mismo salario que cobran los actuales trabajadores, a las madres quizás les gustaría hacer esa labor, porque además estarían cerca de sus casas y trabajarían en lugares que les importan. Nada malo, aunque a veces se criminalice a mujeres por querer estar cerca de sus hijos, lo mismo que en otras ocasiones se les critica justo por lo contrario, por querer desarrollar una carrera profesional aun con la certeza de que la descendencia está bien cuidada. El problema es que, aunque pronto aclaró que cuando decía madres quería decir madres y padres, dijo madres. Son esas traiciones del subconsciente que muchas veces tienen su origen en la educación judeocristiana y contra las que se debe luchar sin pausa, que no se deben dejar pasar por alto, aun a riesgo de recibir acusaciones de radical y feminazi. Radical es un adjetivo que últimamente ha cobrado mucho protagonismo en el vocabulario de algunos políticos de este país, con una connotación absolutamente negativa, obviando su estricto significado y que radicalidad es también algunas de las políticas que ellos mismos han practicado en los últimos.


Como radicales -recordemos, partidarios de reformas extremas, de raíz- han sido también algunas de las luchas que en el pasado otros han hecho por nosotros y los logros conseguidos. Voto -específicamente el femenino-, derechos laborales, libertad sexual... fueron avances que, allí a donde han llegado, han hecho un mundo mejor y nadie con sentido de la humanidad discute.

A muchas mujeres les cuesta más exponerse y tener un mayor sentido de la responsabilidad a la hora de decidir si aceptan o no un puesto


Por el esfuerzo realizado por los hombres y las mujeres que nos precedieron cabe no bajar la guardia y seguir peleando para que lo que es normal se convierta en habitual, que dista mucho de ser lo mismo. Normal es que las mujeres desarrollen labores facultativas y de representación en la misma medida que los hombres. Frecuente todavía no. Hay quien cree que dar visibilidad a esta circunstancia, hablar de la dificultad para conciliar, poner el ojo en mujeres con poder no hace más que remarcar que hay diferencias entre sexos. Yo no lo veo así. Por supuesto que no hay diferencias de talento, no están los hombres más capacitados que las mujeres para hacer política, para dirigir empresas o para analizar la realidad que nos rodea en los medios de comunicación, por poner tres ejemplos. Pero si hay menos mujeres en puestos de dirección, y en general en la vida pública, es por algo y habrá que reparar en ello y poner las medidas necesarias para cambiarlo. No puedo dejar de pensar en esta circunstancia cada vez que veo una foto de una reunión de socios del Club Fluvial o del Círculo de las Artes, dos ejemplos de la vida de la ciudad. Es rarísimo que en ella haya mujeres. ¿No hacen deporte? ¿No disfrutan con actividades culturales? Son de esas imágenes que evidencian que es mucho lo que se ha avanzado en el terreno de la igualdad pero es mucho también lo que queda por recorrer. Sucede justo lo contrario en las imágenes del público en conferencias sobre educación o cuidados. Los hombres son minoría.

Si la popular Mari Teijeiro va a ser diputada provincial es por algo parecido a las cuotas y nadie puede aventurar que vaya a ser peor representante que un hombre


Puede ser que, de nuevo fruto de la educación recibida, a muchas mujeres les cueste más exponerse y tengan un mayor sentido de la responsabilidad a la hora de decidir si aceptan o no un puesto, que se pregunten si están en condiciones de asumir el reto en vez de decir sí a la primera. Es cierto también que hay mujeres que no ven atractivo un cargo a cualquier precio, si eso implica dejar cosas por el camino porque quizás su hemisferio es más amplio.


Pero el verdadero problema es cuando las oportunidades no llegan porque para una parte de la sociedad la mujer es invisible o, peor aún, cuando se la invalida para determinadas tareas y se la hace responsable en exclusiva de otras. La educación es crucial para cambiar esta mentalidad, pero no son menos importantes las leyes. Y aquí surge el controvertido debate de las cuotas. Hay quien ve en ellas una muestra más de machismo, quien cree que es tanto como asumir que una mujer no puede conseguir un puesto por méritos propios o quien considera que supone primar el género sobre la capacidad. Nada más lejos de eso. ¿O es que hay menos mujeres menos capaces que los hombres? Si la popular Mari Teijeiro va a ser diputada provincial es por algo parecido a las cuotas y nadie puede aventurar que vaya a ser peor representante que un hombre. Es probable que su elección tenga bastante que ver con un castigo de su partido al eterno representante de Friol -una de las pocas voces críticas en los últimos años-, del que ha resultado beneficiado Lugo, así como con su condición de mujer, para buscar un poco de equidad. Pero la cuestión es que va a estar ahí y, vista su trayectoria, seguramente acabe siendo una representante muy digna. Y eso es lo que se necesita. Mujeres que den ejemplo, a otras mujeres y a hombres. Un poco de proselitismo es necesario.

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