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Les llaman los desaparecidos

LOS DESAPARECIDOS, se podría llamar a algunos concejales de Lugo. Van siete meses y a algunos casi no se les conoce la voz. La actividad en la casa consistorial va tan al ralentí y con tantos tropiezos que desmoraliza a cualquiera, y tanto en el gobierno como en la oposición hay ediles que parecen abatidos ya. Aunque la realidad es bastante más poliédrica y las razones por las que algunos concejales se mantienen en un segundo plano son distintas.

En el gobierno hay dos concejales que tienen difícil ‘vender’ su actividad porque, para empezar, les resulta muy complicado llevarla a cabo, dado que compatibilizan la labor política con sus trabajos. Rosana Rielo es empleada de una entidad bancaria y Manuel Núñez dirige el colegio Menéndez Pelayo. Los dos conocen la casa, pero la poca disponibilidad que tienen dificulta que el gobierno pueda sacar provecho de sus conocimientos y de sus facultades. Núñez, por ejemplo, es un bregado sindicalista y se le nota cuando tiene que salir a defender la labor del gobierno y a hacer frente a las críticas. Seguramente no daría un mal portavoz, pero es imposible que asuma esa función en las condiciones actuales.

Carmen Basadre y Ana González, las otras concejalas veteranas, también mantienen un perfil bajo, y los nuevos se muestran accesibles, pero parecen tener alergia a los micrófonos. Al portavoz, Miguel Fernández, no le queda otra que ponerse delante de ellos semanalmente, para dar cuenta de los asuntos de gobierno, de momento con poca seguridad; Daniel Piñeiro ha dado una rueda de prensa en siete meses y Ana Prieto se ha limitado a hacer alguna declaración suelta, aunque ambos se mueven bien con la oposición, al menos con parte de ella. Prieto recibió esta semana una fervorosa loa del concejal de Ace-EU por cumplir el compromiso de reunir a la oposición para trabajar en las ordenanzas del año que viene.

Cuando en 1999 el PSOE llegó al gobierno, con el BNG, sus concejales estaban tan perdidos como lo están los de ahora

Tampoco la alcaldesa destaca por sus apariciones públicas. Parece querer distanciarse de la política populista de su antecesor, que no tenía empacho en vender una y otra vez el mismo proyecto, sin que muchas veces llegara a materializarse, y se enfrentaba a las críticas con descaro.

Claro que la memoria suele ser frágil y se nos olvida cómo fueron aquellos primeros años de gobierno del PSOE, que con el tiempo acabaría siendo víctima de una exagerada política de comunicación. Cuando en 1999 el PSOE llegó al gobierno, con el BNG, sus concejales estaban tan perdidos como lo están los de ahora. La máxima de Orozco era ir «amodiño» —siempre le costó tomar decisiones—; José Ramón Gómez Besteiro, concejal de urbanismo y portavoz, se pasó leyendo un año, como mínimo, incapaz de hablar sin papeles —con los años acabaría destacando precisamente por la labia— y Orozco tuvo que hacer algunos reajustes de áreas. José Piñeiro empezó en zona rural y aquello no iba. Le sustituyó Liñares, un crack en «gestión de cercanías», según sus propias palabras. El resto ya es conocido.

Los principios no suelen ser fáciles para nadie y aquel primer gobierno salvó los muebles gracias al ala nacionalista, aunque a los cuatro años los votos se los llevó el PSOE. Varios de los ediles del BNG ya habían sido concejales en la oposición y se les notaba. Conocían lo que tenían entre manos.

Ahora hay concejales desaparecidos en el gobierno y en la oposición. Es llamativa la situación en el PP, donde la actividad se reduce prácticamente al portavoz, Jaime Castiñeira, y a los concejales Antonio Ameijide e Isabel Devesa, y eso que no son los únicos que tienen dedicación. Sorprende, por ejemplo, el bajísimo perfil de Ana López Pombo, el gran fichaje de las últimas elecciones. Castiñeira la llevó al número 2 de la candidatura, pero con el posterior reparto de áreas y salarios quedó bastante claro que no iba a darle un papel destacado. Le asignó medio ambiente y servicios generales. Aun así, en los últimos meses tuvo oportunidad de salir a la palestra con algunos temas, como las obras de la plaza o la transparencia municipal, pero no lo hizo. Recuerda al silencio forzado de su compañero Enrique Rozas en el anterior mandato, y aún hoy.

En Lugonovo, el hiperactivo portavoz eclipsa a los otros dos ediles, entre otras razones, porque estos compatibilizan trabajo y labor política. Ciudadanos empezó con fuerza pero da la sensación de que pierde fuelle, posiblemente porque es un partido en formación y esta parte ocupa tiempo a los concejales. Además, desde hace unas semanas, la portavoz, Olga Louzao, lo es también del partido en Galicia. La oposición del BNG es totalmente light y condicionada a la asamblea y la de Ace-EU, muy efectiva en algunos temas y menos atenta a otros. Claro que es un concejal para todo. Imposible mantenerse callado.

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