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La cuestión es protestar

Luces, belenes, colegios... La Navidad es exceso también de quejas

EL HUMANO es un ser quejoso, admitámoslo. Si no es por hache es por be, la cuestión es protestar. En el periodo que estamos a punto de terminar, el lamento se multiplica por mil, no tiene fin, como las comidas, las compras, los niños enterrados en montañas de juguetes y esa impostura de buen rollismo que lo cubre todo. Un exceso, en definitiva, donde puede haberlo, porque en otros lados no sobra sino que falta. Y, paradójicamente, no son estos los ambientes donde más abunda el lamento. Todo lo contrario, cuanto más esfuerzo hay que dedicar a la vida -en el sentido más extenso de la palabra-, menos tiempo queda para lo accesorio.

Por estos lares y a cuenta de la Navidad, la queja suele empezar por principios de diciembre, por culpa del alumbrado navideño. Este año, la polémica fue intensa en algunas ciudades de los ‘novos alcaldes’ -así se hacen llamar los regidores de las mareas, en alusión a la nueva política que dicen practicar- y también en Lugo, con alcaldesa nueva de partido viejo. Se les ocurrió la ‘extravagante’ idea de reducir el presupuesto destinado a luz ornamental, en unos casos a costa de retrasar el encendido y en otros, de reducir el número de arcos y bombillas. Los comerciantes y algunos vecinos pusieron el grito en el cielo. Aunque en el primer caso no es nada nuevo. Las protestas por quién y cómo se costea el alumbrado festivo son un clásico. En Lugo, hace tiempo que el Concello dio la batalla por perdida y asumió el coste íntegro, instalación y consumo, a pesar de que es el comercio el que saca el mayor provecho. O eso dice. Las luces y el jolgorrio animan a comprar, parece ser, como si lo que necesitáramos es comprar más. Sí, ya sé, vivimos en una sociedad de consumo y los comerciantes tienen que vender, pero resulta curioso que se incentive a ello en las zonas y calles que de por sí ya más venden, por situación, concentración de oferta y afluencia de potenciales clientes, y no en otras, a lo mejor más necesitadas de promoción.

Vale que este año el comercio del centro vive una situación complicada, con los tractores de los ganaderos que protestan por el precio de la leche aparcados en la Ronda da Muralla y falta de regulación del aparcamiento en superficie. El panorama invita a escapar del centro, pero en el desplazamiento a los centros comerciales que se viene produciendo desde hace años influyen muchas otras circunstancias y puede que no todas sean externas al funcionamiento del comercio tradicional.

En todo caso, si la decisión de los munícipes respecto al alumbrado hubiera sido la contraria, la de aumentarlo, habría habido protestas igualmente. Se hablaría de dispendio energético, de que con ese dinero se hubieran podido atender necesidades más acuciantes, que ya está bien de llenar los bolsillos de las eléctricas...

Capítulo aparte esta Navidad han sido los belenes y el empeño de algunos mandatarios en separar instituciones políticas y religión. Una decisión que, guste o no, es la propia de un estado aconfesional, por muy honda que sea la tradición católica. Algunos ayuntamientos decidieron dejar de destinar dinero y espacios de todos a preservar o fortalecer, según se mire, creencias religiosas. El de Lugo se curó en salud y colocó a la entrada del consistorio un belén realizado por un vecino con representaciones en madera de distintos oficios, donde el alumbramiento casi es lo de menos. A ver qué político se iba a atrever a repudiar semejante trabajo de un conciudadano. La excusa no era muy elaborada, pero resultó efectiva y ninguno de los partidos con representación municipal se puso pejiguero. Suficiente belén hay ya en este Concello, debieron de pensar, y cada uno a lo suyo, que es lo de todos. Porque no solo de laicidad vive el hombre y junto a esos gestos, necesarios, son imprescindibles otros.

Pero la madre de las protestas esta Navidad son las quejas de los padres porque el curso se reanuda el día 7. Las protestas de los profesores pueden entenderse, no suele apetecer volver al trabajo -salvo a quien no lo tiene-, pero que los padres se quejen por devolver los niños al colegio antes de lo previsto es lo último. Dicen que los pequeños no van a tener tiempo a disfrutar de los juguetes de Reyes ni va a haber manera de meterlos en cama por la noche. Los sindicatos alegan que se podría haber evitado esa situación trasladando el último día lectivo antes de las vacaciones del viernes 18 de diciembre al lunes 21. ¿Pero se imaginan entonces? Volver a clase el lunes para empezar las vacaciones el martes, retrasar los viajes familiares... ¡Ni hablar! ¡Sería un despropósito! Porque, señores, la cuestión es protestar. A ver si en 2016 se nos pasa el vicio.



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