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Castiñeira se ve alcalde

A MUCHAS personas, dentro y fuera del partido, sorprendieron unas recientes declaraciones del portavoz municipal del PP, Jaime Castiñeira, en las que afirmaba que no piensa irse a ningún lado y que será concejal cuatro años, que para eso ha sido elegido. Respondía así, con indisimulado enfado, al concejal Enrique Rozas, que unos días antes dejaba abierta la posibilidad a presentarse a la dirección de la junta local del PP, presidida por Castiñeira desde 2009. La reacción del portavoz popular llamó la atención por entrar al trapo a Rozas, con el que mantiene serias diferencias desde hace cuatro años; porque amplios sectores del partido no ven la hora de la renovación —opinan que los resultados de mayo no dejan lugar a otra cosa—, y porque la afirmación supone cierta contradicción.
Parece descabellado que Castiñeira vuelva a competir por tercera vez a la alcaldía, por mucho que en las dos anteriores haya sido el candidato más votado. Él mismo descartó esa posibilidad este verano. «Presenteime dúas veces, gañei as dúas e non fun alcalde polas circunstancias coñecidas, e son da opinión de que hai que dar paso a outra xente», declaró a este periódico.

Nada impide que Castiñeira pueda seguir al frente del partido en la ciudad sin ser el próximo alcaldable, pero las bicefalias pocas veces han sido buenas

Nada impide que Castiñeira pueda seguir al frente del partido en la ciudad sin ser el próximo alcaldable, pero las bicefalias pocas veces han sido buenas. Y, lo que es peor, la solución no serviría para cerrar las heridas que hay en el partido por la forma en que se ha enfocado la labor municipal y se han abordado algunos problemas de la ciudad en los últimos años, que sin duda ha influido en el resultado electoral. El malestar es fácilmente perceptible a poco que uno rasque, a pesar de que el PP es un partido que guarda muy bien las formas. Los trapos sucios se lavan en casa. De puertas afuera, las adhesiones son inquebrantables.

En este contexto, la reafirmación de Castiñeira resulta llamativa. Pero no lo es tanto si se repara en la situación que se vive en el Concello. El gobierno parece superado por la situación, la inexperiencia de alguno de los grupos de la oposición hace que a menudo vayan cambiando su postura sobre los asuntos —en política, y en casi todo, suele verse como un defecto, aunque a veces lo que revela es inteligencia— y, en algún otro caso, lo de oposición se reduce al nombre, de tan blanda como es. Con este panorama, el portavoz popular ha sabido sacar partido de su veteranía y ha conseguido liderar el debate en algunos asuntos y el nada desdeñable logro de haber unido a toda la oposición, por ejemplo en el tema de la Ora. Podría hacerse la lectura a la inversa, que fue el PP quien se movió a una posición de izquierda como es la defensa de servicios gratuitos y de gestión pública, pero hay que reconocer que en este caso fue Castiñeira el primero que puso sobre la mesa la supresión de la Ora, durante la campaña electoral. Entonces parecía una locura y ahora hay quien empieza a ver que quizás es posible.

Castiñeira parece estar ejerciendo, ahora sí, de líder de la oposición —en ocasiones a costa de un menor protagonismo de otros miembros del grupo—, aunque en algunas intervenciones quizás arriesga con el tono. Le sucedió en algún pleno, al dirigirse a alguna concejala, y las palabras hacia la alcaldesa son cada vez más gruesas.

Castiñeira aprieta con la esperanza de que acabe desenlazándose una situación que le permita acceder a la alcaldía. Y hay, también fuera del PP, quien está convencido de que así será más pronto que tarde.

Solo hay dos maneras de que tal carambola se produzca. Una es que la alcaldesa se someta y pierda una cuestión de confianza, que tendría que vincular a alguno de los cuatro supuestos que recoge la ley (presupuestos, reglamento orgánico, ordenanzas fiscales o planeamiento general). La otra vía sería a través de una moción de censura. Las dos parecen igual de improbables, al menos de momento. Ni siquiera la prórroga del contrato, por corta que sea, a una empresa bajo investigación judicial como acaba de anunciarse para la grúa ha soliviantado lo suficiente a la oposición.

La situación del Concello tendría que ser absolutamente extrema para que la izquierda entregara el gobierno al PP. Antes de eso, el PSOE y algunos de los grupos de izquierda —Ace ya ha confirmado por dónde va, que no se doblega— seguramente se harán las concesiones que sean necesarias para dar estabilidad al gobierno y asegurar una mínima gobernabilidad. El PP debería ser consciente de ello y empezar a prepararse para la contienda de 2019 porque, además, corre el riesgo de subestimar a Lara Méndez, que está demostrando temple y serenidad ante la difícil papeleta con la que se ha encontrado. Lo que no es poco si se tiene en cuenta el equipo reducido y poco sólido que ha heredado y que en la casa hay quien no se lo está poniendo nada fácil.

Artículo publicado en la edición impresa de El Progreso del 29 de noviembre de 2015.

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