Opinión

Ismael Patata

AUNQUE PADECIESE esterilidad creativa, como aquel director de "Ocho y medio", la peli de Fellini, el independentismo catalán, cutre hasta el éxtasis, seguiría inspirándome. Homs por ejemplo. Que estaba incubando escaño cuando lo llamaron para notificarle un proveído que cortaba su coito parlamentario. La legislatura de Homs se ha convertido en una especie de coitus interruptus.

Homs se puso gazmoño y estupendo y, butifarra por montera, llamó a sus compis de nación catalana, que estaban comiendo muy bien a cuenta de dietas españolas. Se trataba de escenificar con él una solidaridad tan impostada como exigua, una suerte de lema ya sobado: todos somos Homs. ¿Todos?

Recuerden cuando se ilegalizó a aquella cuadrilla de tarados vascos. Iba a montarse la mundial, teóricamente. Pero quedó todo en un suflé que se desinflaba al son de un chistu agrietado. Tanto, que el Eusko Gudariak mutó temporalmente en réquiem. El proveído de Homs, en una perfecta prosa judicial —simplifico— venía a decir algo así como esto: a la puta calle. Fuera del congreso hace frío y Homs pidió la estelada para taparse la miringolla.

La estelada, porque hace tiempo que ese Frankenstein que sucedió a Convergencia, el "PDeCAT", renunció a la señera, la oficial, la bandera de Tarradellas, un tío serio que si tuviese la desgracia de vivir la gorilada independentista de su oligofrénica progenie exclamaría aquello de Romanones: ¡Joder qué tropa!


Dicen que todos tenemos un doble en algún lugar del mundo; no albergo la más mínima duda de que Homs la tuvo en Pontevedra: Ismael Patata


Y es que oye uno "PEDeCAT" e imagina un curso por correspondencia para aspirantes acémilas a tribunos: "Con los cursos de ‘PDeCAT’ te harás político por correspondencia. En seis meses y casi sin esfuerzo. Rellena el cupón y envíalo. No necesita franqueo". Una pena lo de los nacionalistas catalanes reconvertidos a independentistas. La pela es la pela, claro.

Deberían alquilarle el bus a los de "Hazte oír" y rotular sus laterales: "No te engañes, si te gusta el pan tumaca eres catalán; si la ensaimada, balear". Y así, recorriendo España y explicando su historieta igual lograban la modificación constitucional.

A lo mejor hasta yo apoyaba el derecho a la autodeterminación, que ese sí está entre los principios del derecho internacional público, no la gilipollez del derecho a decidir, entelequia que no recoge tratado alguno de derecho constitucional y que se sacaron de la manga los atrabiliarios argollados y un poco ignaros de la CUP.

Hasta puede que tuviesen un ejército de trabucaires pertrechados de fuets en vez de fusiles.

Homs supuso que su inhabilitación y la de Mas devendría en cataclismo, pero rápido reparó en que las condolencias de la peña eran meramente formales. Pésames de seis o siete entre los que no podía faltar el turronero Tardá. Uno de ellos movía la cabeza, como asintiendo. Cuando comparece un político, aunque sea un político tan insuficiente como Homs, siempre hay un tonto útil para afirmar gestualmente al estilo de aquellos perritos de los "Simca Mil" sesenteros.

Dicen que todos tenemos un doble, un alma gemela en algún lugar del mundo. No albergo la más mínima duda de que Homs la tuvo en Pontevedra: Ismael Patata. Ismael, lo recuerdan los de mi quinta, era un santiño ya talludo al que le faltaba un hervor. Ismael tenía una trompetilla de plástico, de esas de los niños que se compran en los tenderetes de las verbenas.

Cuando había fiesta en una parroquia o llegaba la Peregrina, Ismael la soplaba con tanta fruición y entrega, mientras bailaba al son de la orquesta, que nadie dudaba que Ismael se creía, en esos momentos, Louis Armstrong. Lo de Homs es similar a lo de Ismael Patata, solo que en vez de Louis Armstrong se creyó Adenauer. Lamentablemente, de la trompetilla de Homs solo sale el sonido agónico, como estreñido, de lo que los independentistas denominan proceso participativo, o sea —y ustedes dispensen—, un pedo.

Homs se cabreó y muy flamenco dijo que echarlo a él del Congreso era echar a los que lo habían votado. Mentireiro. Si Homs fuese sincero diría que lo que él esperaba era una noche de cristales rotos en las Ramblas, pero le salió el tiro por la culata porque la juventud ya solo se echa al monte a quemar mobiliario urbano por cosas serias, desahucios, recortes sanitarios o eso que los cursis adjetivan como energética y no es más que pobreza a secas. Al catalán de infantería le trae al pairo la patada en el culo a Homs. Hay una escena en Gilda, la película de Vidor, que me vuelve loco. Tío Pío, el encargado de los retretes le dice a Johnny Farrell que él sabe de qué va cada cliente por su modo de comportarse; Johnny le da una propina al tiempo que le pregunta: ¡y yo, qué le parezco yo! Tío Pío mira la moneda desencantado y dice "un paleto".

Algo así le sucede al independentismo catalán. Su propina, quiero decir, su rollo, estólido, plúmbeo a más no poder, aburre hasta las cachas. Mortalmente. Como el óvolo del palurdo Johnny Farrel.

De que no lo aguantan ya ni los propios catalanes es prueba fehaciente que el independentismo bajó un cuatro por cien. Por eso esta batahola pequeñita, esta batalla de baja intensidad que Mas deseaba descomunal, que anhelaba madre de todas las querellas pasa desapercibida. Y cómo me recuerda, caray, la escena de la estanquera de la película Amarcord la equivocación independentista.

Un adolescente de hormonas efervescentes, excitado, visita a la estanquera del pueblo, viuda. Le dice que es fuerte y la levanta en peso. Ella ríe y, cachonda, se saca sus tetas descomunales y le pone la cara entre ellas al chaval. Él, virgen, inexperto, grita asfixiado "¡me ahogo!".  Ella, ya lanzada, lo urge: "¡Chupa, mi vida, chupa!"; pero él, torpe, en vez de chupar sopla. "Chupa, imbécil". Y él venga a soplar. Harta, la estanquera le da una hostia, su pitillo y lo echa. Ya no veo al adolescente felliniano. Veo a Mas y a Homs entre las tetas de la estanquera, ahogándose. La estanquera es el Estado, claro. Ebrios de autoestima nacional-catalana creyeron que el "pruses" haría temblar los cimientos de España y, en esa borrachera, no se vieron inhabilitados. Pero se equivocaron y lo están. Tan simple como eso. O sea que, en vez de chupar, soplaron. Qué torpes.

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