Opinión

El Bayer Leverkusen y Pilatos en el Ángel Carro

MANOLO PRECIADO era uno de esos tipos que se hacían querer. Da igual que te hubiese ganado siempre, que te hubiese dejado sin un ascenso o te hubiese superado en la larga y tediosa carrera por no descender. El cántabro era una de esas voces que jamás pasan desapercibidas, como un altavoz de los modestos en medio del cortijo de los grandes. Al bueno de Manolo no le intimidó ni el Mourinho más mordaz y despectivo. Su mezcla de sabiduría popular, socarronería y sarcasmo acababa por ganar cualquier batalla dialéctica.

Quizás la hubiese cultivado en su carrera de futbolista humilde, con el barro hasta su sempiterno bigote, los tacos del rival clavados en la pantorrilla y el sudor dentro del negocio, sin posibilidad de sestear.

Preciado sudaba carisma por cada poro, convertía las ruedas de prensa en un ejercicio de atención constante, como un Bielsa de andar por casa, con menos verborrea pero más claridad. Era cristalino, puro y vehemente como lo puede ser cualquiera en la barra del bar.

Para siempre quedará una frase suya después de un 0-3 en Riazor, en octubre de 2008, en una de esas jornadas que permitían al Spórting tomar aire a bocanadas. Aquel día sacó su genio a pasear. «Ni ahora somos el Bayer Leverkusen ni antes éramos la última mierda que cagó Pilatos».

Esa cita histórica del fútbol patrio encierra una verdad profunda para cualquier equipo alejado de presupuestos estratosféricos, jugadores millonarios y favores inherentes a su condición de nobleza futbolística europea. Los pequeños deben ser prudentes, tratar de mantener la calma por arriba y por abajo, con los pies soldados al suelo.

Esa verdad se pudo haber aplicado al Lugo cuando marchaba viento en popa, asaltando el primer puesto y luchando por estar un sitio que dificilmente alguno imaginaba en agosto. Pero también se puede sacar a colación tras el tropiezo de ayer.

El Lugo no era el Bayer Leverkusen, Campillo no era Ballack, Joselu no era Berbatov, Ignasi Miquel no era Lucio ni Pedraza, Schneider.

Pero tampoco ahora es un equipo condenado, depresivo o desahuciado. El conjunto rojiblanco no ha sido inferior a ningún rival en estas últimas cuatro jornadas. Su juego quizás ha carecido del acierto y la suerte en las dos áreas, alejado de cuando eran el equipo referencia y marchaba invicto en Segunda División.

Las rachas suelen tener efectos impredecibles y, donde antes todo iba de cara ahora son tropiezos que pueden cambiar a la vuelta de la esquina. Ayer tocó ser Pilatos contra el Cádiz, quizás mañana se vuelva a Leverkusen.

Comentarios