Opinión

Educación y deberes

NUESTRA SOCIEDAD es tan peculiar que demanda una cosa y la contraria, quiere servicios públicos pero no impuestos y por supuesto, los sacrificios siempre para los demás y las culpas repartidas.

Periódicamente asistimos a debates, como por ejemplo sobre la conveniencia de si los niños han de llevar o no deberes para casa, aparentemente tan estériles como pueriles y más propios de la película “Amanece que no es Poco” de José Luis Cuerda, que de una sociedad seria y moderna. 

Lejos de entrar a analizar los argumentos, que unos y otros manejan, para defender esas tareas extraescolares, vaya por delante que yo estoy a favor, lo que me parece más curioso es que las mismas asociaciones que se posicionan en contra, so pretexto, ¡bendito pretexto!, de la necesidad de compartir más tiempo con sus hijos, son las mismas que piden a las autoridades educativas la apertura de los colegios en vacaciones para que sus hijos estén ocupados jugando y no en sus casas. Decimos no a los deberes y en paralelo a los niños los apuntamos a infinidad de actividades extraescolares.

Para arreglar los problemas del sistema educativo todos hablamos de la necesidad de aumentar la autoridad del profesor y a las primeras de cambio a los niños les enseñamos que esa autoridad no vale si no está al servicio de nuestros intereses particulares.

Estamos criando una generación de niños a los que no mostramos el valor del esfuerzo, del trabajo y de la superación. Son incapaces de afrontar retos individuales, no por falta de capacidad, si no de educación. Además les estamos enseñando a tomar atajos para triunfar en la vida.

A las nuevas generaciones les espera un futuro complejo o al menos con nubarrones. Es posible que se materialice aquello de que aunque estarán mejor formados, ¡o no!, que sus padres la vida les va a resultar más difícil. Lejos de prepararles para esto les decimos que son sujetos de derechos y de muy pocas obligaciones, y que el Estado, como si de un ente todo poderoso y de recursos ilimitados se tratase, está sólo para cubrir sus necesidades.

A nuestros hijos les están educando los padres sustitutos del siglo XXI: “Internet y las nuevas tecnologías”. Pasan más tiempo interactuando con sus tablets y ordenadores que hablando con sus padres o jugando con sus amigos, los de verdad, los que tienen dos brazos y dos piernas. Esto hace que su ocio sea muy individualista y egoísta, lo que forjará sus caracteres en el futuro. No deberíamos olvidar que como decía el psiquiatra norteamericano Karl A. Menninger, “lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad”, lo que yo transformo en que aquello que los niños aprendan en su infancia y juventud será lo que aporten a los demás. 

Las exigencias de la vida moderna han hecho que los padres, seguro que llevados de las mejores intenciones, prefieran sacrificar la educación de sus hijos por aumentar la calidad de vida de toda la familia, y con la excusa de que es mejor calidad que cantidad en el tiempo que pasan con sus vástagos actúan como padres divorciados que prefieren premiar a formar.

Educar es una de las tareas más difíciles a las que nos enfrentamos los padres para la que además no existen reglas mágicas. De lo que sí estoy convencido es que la cuestión de los deberes no es un factor clave.

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