Opinión

Cuentas pendientes con un viejo vudú

CUENTAS PENDIENTES de muchos años de gafes, cabezas gachas, goleadas espinosas y remontadas en un segundo. Demasiado sufrimiento padecido como para olvidar. Muchos aguijones en el lomo que padecer hasta que un testarazo en el último segundo actuó como el mejor anestésico, que exorcizó todos los vudús posibles y despejó los eternos nubarrones gerundenses del cielo de Lugo.

Aquel gol de Caballero a pase de Toni en Montilivi es ya historia viva del club del Ángel Carro. Un gol que poco aportó a efectos de tabla. Un tanto que, en cambio, fue un efervescente en la mentalidad colectiva de la grada rojiblanca.

Aquel tanto que aniquiló las opciones de ascenso a Primera del Girona en el minuto 92 ejerció de efecto calmante para toda una afición acostumbrada a hincar la rodilla. Enfureció a todos en la localidad catalana, convirtió a viejos amigos en enemigos irreconciliables y a un club con la misma condición de modesto en blanco de las iras de la ‘vendetta’ luguesa.

En el centro de la diana estuvo Isaac Becerra. El portero suele ser el pim, pam, pum perfecto. Solo, con la espalda pegada a las fondos contrarios, con los ojos y las gargantas escrutando cualquier gesto que se amplifica por su misma soledad. No se ampara en la masa de manos, piernas y camisetas que hay en otras zonas del campo. Todo se observa con lupa en el caso de los guardametas.

Becerra fue el saeteado el sábado. Se le recordó con saña aquel testarazo de Caballero, aquel sablazo en el alma para unos y taumatúrgico en el interior de los otros. Había cuentas pendientes con el arquero, anotadas desde tiempos de Segunda B, cuando el meta formaba en el Castilla que goleó al Lugo una tarde de domingo de abril de 2012 por 1-5.

Una foto en un autobús, con las manos abiertas recordando la cifra en contra, permaneció fija en la memoria de una afición que se vengó ayer. Trataron de aguijonear con los gritos de ánimo hacia el Spórting, recuerdo permanente del que se llevó un premio que parecía estar reservado para el ánimo de Becerra.

Pero el sábado las cuentas quedaron saldadas a medias. Lo habían hecho en la ida, con el tanto de Sergio Marcos en Montilivi. No fue lo mismo ayer, a pesar de los méritos de un Lugo animoso al que le faltó el acierto en el último metro.

Fue la mitad de demonio que solía ser el Girona, pero le restó puntos de nuevo para impedir que el equipo de José Durán mantuviese su pleno en casa. No le dejó sumar de tres en tres para situarse entre los seis mejores. Probará suerte en Elche, un terreno poco conocido en el terreno de los gafes, sin cuentas pendientes más allá de un reto que ilusiona.

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