Opinión

Africano Fernández, el mal gallego

Rodrigo Cota - Galicia Histérica - Africano Fernández - (29.12.2022)

AFRICANO FERNÁNDEZ era un mal tipo. Su nombre real no era éste, sino Ramón Fernández Lestón. Vivió en una época, hacia finales del S. XX, en la que el pasado judío y musulmán de España estaba siendo revisado con nuevos ojos por algunos autores que desde un ámbito estrictamente académico estudiaban y divulgaban las pasadas influencias de árabes y judíos en España, el legado que en el Estado español quedaba de ellos y la herencia cultural que aquellos pueblos conservaban de su permanencia secular en la península.

Julio Caro Baroja, sobrino de Pío Baroja, fue quien se encargó de recopilar todos estos estudios para reflejarlos en su obra Los judíos en la España moderna y contemporánea. Caro Baroja era entre otras muchas cosas un reputado filólogo que se interesó mucho por la lengua vasca y que encontró en el sefardí una mina para interpretar el castellano medieval. Es él quien menciona a nuestro compatriota Africano Fernández y critica duramente una obra de autoría de este señor: España en África y el peligro judío: apuntes de un testigo desde 1915 hasta 1918, publicada en Compostela en el mismo año de 1918.

De Africano Fernández poco sabemos, salvo su nombre real, y que fue un franciscano gallego que estuvo de misiones en África, de donde volvió renegando de musulmanes y judíos por igual, aunque hacía sus distinciones. Se quejaba mucho de que los miembros de ambas religiones se negaban a convertirse al catolicismo. De los primeros decía que eran vagos y cortos de entendederas; a los judíos los veía como a un pueblo inteligente, trabajador y sibilino, de ahí que los considerase un grave peligro. Africano era nuestro pequeño fraile que antecedió a Hitler y a Franco en el odio antisemita.

Caro Baroja ridiculiza a Africano, al que apenas dedica un par de párrafos. Da cuenta de una imagen publicada por nuestro fraile con el siguiente texto: "Foto de torta de pan ázimo de la que se asegura que fue amasada con sangre de cristianos". Para pasarse tres o cuatro años en misiones an África, Africano no parecía haber entendido nada. Desde los tiempos de las Cantigas de Santa María, que ya habían pasado un montón de siglos, se venían utilizando este tipo de argumentos contra el pueblo judío para justificar su control, su persecución y su definitiva expulsión en 1492: que si metían a bebés cristianos el el horno, que si bebían sangre cristiana, ese tipo de cosas.

"El supuesto señor Fernández, (africano o no y acaso más bien gallego), acumula ahí otras cosas por el estilo. Ni qué decir tiene que este sujeto creía o decía creer firmemente en el crimen ritual y en los demás hechos sobre los que se han fundado las viejas persecuciones". Poco más dice Caro Baroja, que despacha la obra de Africano Fernández tachándola de anticuada, de poco metódica y de imaginativa hasta la náusea.

Así que me puse a buscar la obra de Africano y no la encuentro por ningún lado. Sí varias referencias a su obra, la mayoría de ellas en inglés. Lo único que logré recuperar son unos extractos recopilados por Paloma Díaz Mas, investigadora del CSIC, en un ensayo al que llamó Musulmanes y judíos en la literatura africanista española: tres testimonios de principios del siglo XX, por si le interesa profundizar en el asunto, que seguro que sí.

Dice Díaz Mas refiriéndose a Africano Fernández: "Resume datos de la historia de los judíos en la Península Ibérica, incluyendo una larga lista de casos supuestamente históricos de crímenes rituales, dentro de la tradición antijudía de lo que se ha llamado la “calumnia de la sangre”, es decir, la acusación -internacionalmente extendida desde la Edad Media- de que los judíos sacrificaban cristianos (especialmente a niños), para reproducir en ellos los tormentos de la Pasión de Cristo".

Para haberse pasado tantos años en Marruecos entre musulmanes y judíos, nuestro compatriota muestra un desconocimiento sobre unos y otros que sólo puede ser resultado de la mala fe de un predicador frustrado que no logró convertir ni a un dromedario y viene de vuelta a Galiza a soltar su bilis contra los infieles, pues aunque en el título de su infame obra sólo menciona al pueblo judío carga lo mismo contra el musulmán, aunque lo considera incapaz de hacer nada malo ni nada bueno, de ahí que no lo vea como un peligro.

La desastrosa obra de Africano Fernández, nuestro fraile gallego, apenas es mencionada hoy por unos pocos autores que la ponen como ejemplo de un racismo visceral con ínfulas academicistas que no tiene ni un pase y menos viniendo de alguien que pasó unos años entre las culturas a las que fustiga con todo tipo de desprecios y muchas falsedades.

Pues dirá usted que para qué lo cuento. Pues para olvidarme, señora mía. Lo que se debe hacer con este tipo de contenidos es soltarlos rápidamente. Dedicarles unos párrafos es la mejor manera de deshacerse de estos tipos, que mientras no se hace siguen ahí, dando vueltas con su venenoso mensaje. Lo que no se entiende es que utilizase el Africano como alias si odiaba a África tanto como a los musulmanes y a los judíos. A Africano Fernández ni media palabra más le dedicaremos nunca.

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