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El milagro de Ana Pontón

Con su autenticidad la sarriana hace que parezca que por momentos lidera la oposición con 6 escaños, que es nueva pese a su veteranía o que refundó el BNG cuando solo le dio otro aire

MUCHO ANTES de que apareciesen los Iglesias, Errejón y Bescansa en Galicia ya había habido experiencias de politólogos en la arena política, aunque no resultasen muy edificantes. Las inauguró Xosé Luis Barreiro Rivas, el tránsfuga que fue vicepresidente de la Xunta en la misma legislatura con un presidente popular y otro socialista, para acabar inhabilitado por prevaricación por el Tribunal Supremo. El relevo lo tomó ya en los tiempos del bipartito el politólogo gallego de mayor popularidad, Antón Losada, que estuvo dos años como número dos de Anxo Quintana, hasta tener que dejar el cargo tras diversos chuscos episodios.

De las aulas del campus sur en las que imparten docencia Losada y Barreiro salió la politóloga que dirige el BNG, Ana Pontón Mondelo, que ayer ejerció de madrina de la nueva promoción de la facultad de Ciencias Políticas. Quizá como una respuesta implícita a quienes le critican su con frecuencia automatismo androide y con el carisma que fue adquiriendo en la campaña de 2016, la sarriana bromeó en su discurso con la ironía del destino que supone que ella no hubiese participado en su propio acto de graduación y que ayer hiciese de madrina.

La trayectoria de Pontón en la rama juvenil del BNG, Galiza Nova, iniciada en el instituto y acelerada en la universidad, no encaja con el perfil del politólogo que se hizo político, como Barreiro, que entró en AP como técnico, o como Iglesias, que asesoró a IU. Y su designación como jefa del BNG no respondió a la moda de ponga un politólogo en su vida que generó Podemos, sino a que no le quedó otro remedio en 2016 que aceptar un liderazgo del Bloque del que otros huyeron. Y acabó siendo una apuesta que superó cualquier expectativa previa, hasta ser casi un milagro para el BNG. Es la segunda diputada más veterana del Parlamento, con 13 años en el escaño, pero ha conseguido erigirse en una novedad, como la primera mujer candidata a la presidencia de la Xunta de uno de los principales partidos gallegos y al haberlo hecho con menos de 40 años. Pese a haber obtenido el peor resultado autonómico del BNG desde 1989, sus seis diputados de 2016 se convirtieron en un éxito incuestionable, al romper una tendencia de sucesivas catástrofes y pulverizar las más optimistas esperanzas nacionalistas. Y todo ello lo consiguió desde su denostada posición de política profesional, que del aparato del partido saltó al escaño, y sin renegar nunca de su pertenencia a la controvertida Unión do Povo Galego (UPG). Rodeada de varias jóvenes diputadas, ha propiciado que los medios hablen de un BNG refundado cuando precisamente evitó refundarse o de su nuevo logo, que es el de siempre tuneado.

Si bien esta semana naufragó como los otros portavoces en las preguntas al presidente de la Xunta, con solo seis escaños Pontón da a menudo la impresión de encabezar la oposición, como se comprueba cuando le come la moral al socialista Leiceaga. Le ayuda la torpeza y el desastre interno de sus rivales, frente a la estabilidad del menguado BNG, así como la obsesión por En Marea de algunos poderes fácticos, que ven en el Bloque un antídoto. Y ella aporta profesionalidad y, sobre todo, autenticidad, porque, a diferencia de sus competidores, resulta muy creíble y aunque pueda representar lo de siempre, el aire es novedoso.

Para liderar de verdad el espacio progresista el BNG tendría que dar pasos como el de la verdadera renovación pendiente, de cuya ausencia Bieito Lobeira es el máximo exponente, o darse un baño de realidad en la financiación autonómica. Por ahora parece que a Pontón no le hace falta. El problema lo tendrá si sus ausentes rivales de PSdeG y En Marea logran recomponerse.

La fumata de la chimenea y la silla de Cancela en Ferraz
DE LA CHIMENEA DE AS PONTES volvió a salir ayer una fumata negra ante la principal decisión que mantiene en la incertidumbre al PSdeG de cara al congreso que debe celebrar después del cónclave del PSOE del próximo fin de semana. En declaraciones a la Ser, Valentín González Formoso, alcalde de As Pontes y presidente de la Diputación de A Coruña, se descartó de nuevo como aspirante a dirigir el PSdeG.

La negativa de Formoso no resultó muy contundente, pero repitió que su compromiso con la política se centra en la esfera local, en la que tiene todavía dos años de mandato por delante, tanto en la Diputación como en el ayuntamiento pontés. Se trata de una forma de quitarse de en medio, que le da en cierto modo la razón a sus detractores, que sostienen que carece de un perfil con la dimensión suficiente para pegar el salto a la arena autonómica. Su dominio del partido en la provincia de mayor censo, A Coruña, gracias al control de los resortes clientelares de la Diputación provincial, así como su sintonía con los restos del besteirismo en la provincia de Lugo, su conexión con Pedro Sánchez e incluso la ausencia de una resistencia en su contra por parte de un Abel Caballero desactivado ya en la escena gallega convierten a Formoso en el mejor posicionado para llenar el vacío de poder que existe en el PSdeG desde la caída de Besteiro hace casi quince meses. Pero ni esos respaldos ni los diversos intentos por convencerle han servido hasta ahora para animarle a dar el paso.

Como las primarias para elegir al secretario general del PSdeG difícilmente serán antes de septiembre y como no parece que haya otro candidato que pueda concitar el respaldo de los principales poderes internos del partido habrá más fumatas de la chimenea del Springfield gallego. A Formoso quizá le gustaría resolver la cuestión poniendo a alguien de su confianza, como sucede en el PSOE provincial coruñés con Julio Sacristán, alcalde de Culleredo, pero parece difícil hacerlo a escala gallega. Su negativa deja abierto un campo que está intentando aprovechar Gonzalo Caballero, el sobrino díscolo del alcalde de Vigo. Pero en este supuesto tendría más opciones alguien que represente una novedad y genere menos rechazo.

Por ahora la primera incógnita que se va a resolver es la de la presencia gallega en la ejecutiva federal, porque aunque Sánchez diga que no habrá cuotas territoriales, estas existirán, si bien solo para el bando ganador. Es lo que pasó en el PP cuando Feijóo dejó sin nada a las provincias que no le apoyaron, Lugo y Ourense, mientras mantuvo la parte de A Coruña y Pontevedra, que estaban con él.

La mejor situada para ocupar esa cuota es a día de hoy Pilar Cancela, la presidenta de la gestora y fiel a Sánchez, que llegó a nombrarla ministra de Agricultura y Pesca de su fantasmal Gobierno en la sombra. Cancela recibiría así el premio a la supervivencia, al haberse mantenido como heredera de Besteiro al frente de la gestora, a pesar del rechazo que genera en diversos ámbitos, empezando por su agrupación, la de Santiago. Como Sánchez anunció que en su ejecutiva no habrá barones territoriales, Cancela estaría descartada para el PSdeG, lo que lleva a mirar más hacia la chimenea.

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