Opinión

Programa o sillones

Es relevante la ausencia de Vox y los independentistas catalanes del carnet de baile de Moncloa con fuerzas políticas de relevante base parlamentaria

LA FÓRMULA aparece en la hoja de ruta de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones y candidato a la investidura parlamentaria para cuatro años más de reinado en Moncloa. Tal que así: gobierno socialista monocolor de relaciones abiertas. Y un socio preferente, ideológicamente fronterizo, Podemos, con el que quisiera pactar un programa.

Ojo, un programa, no un gobierno de coalición. Aunque Iglesias Turrión, que además de programa quiere sillones, sufra el ataque de contrariedad que le lleva a insinuar un desmarque de la candidatura de Sánchez en la sesión de investidura ¿Hasta el punto de impedirla? No se lo cree ni él.

Que Podemos aparezca en esa agenda de Sánchez-Ábalos-Redondo como socio preferente no excluye la intención de llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas de inequívoca adhesión constitucional. A saber: Ciudadanos y PP, que son adversarios políticos pero eventualmente necesarios para sacar adelante temas de Estado y otros asuntos pendientes que requieren de mayorías cualificadas.

En ese sentido, es relevante la ausencia de Vox (24 diputados) y los independentistas catalanes (22 diputados) del carnet de baile de Moncloa con fuerzas políticas de relevante base parlamentaria. Ni Vox, ni ERC, ni JxCat, están citados para la ronda del lunes y martes que viene. El motivo lo daba este día el ministro Ábalos, coordinador electoral del PSOE. En dos palabras: "Entendimiento institucional".

Es la clave. No pueden estar en la convocatoria grupos de dudoso encaje en la letra y el espíritu de la Constitución. Y eso concierne a los grupos nacional-populistas que tantos recelos despiertan en Europa. Las motivaciones identitarias que cursan en nombre de las patrias no han sido menos nocivas a lo largo de la historia que las que cursaron en nombre de una clase social. De unas salió el fascismo y de otras el comunismo. Dos formas de dictadura. Del Estado, en un caso; del proletariado, en otro.

Así que me parece bien excluir del "entendimiento institucional" a quienes sobreactúan en nombre de la patria, sea la catalana o sea la española. La exaltación patriótica es la misma, aunque la patria sea distinta. Puigdemont y Abascal, no, gracias. Siempre será una medida de higiene democrática la exclusión de los excluyentes y el marcaje a los supremacistas.

Dicho todo esto, procede dedicar un último turno a señalar que en nuestro modelo de democracia representativa al presidente del Gobierno lo elige el Parlamento sobre una mayoría de diputados. Y esta se expresa en la votación de la investidura, pero antes da la cara ante el Rey en la clásica ronda de consultas. Una formalidad que de alguna manera atropella el presidente del Gobierno en funciones al citar en Moncloa la semana que viene a los jefes de fila de las principales fuerzas políticas.

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